«¿A dónde vamos a ir?»: ancianos se resisten a abandonar sus tierras devastadas por la sequía

«¿A dónde vamos a ir?»: ancianos se resisten a abandonar sus tierras devastadas por la sequía

Es septiembre de 2023 y más de 340 municipios de Bolivia están bajo emergencia por la escasez de agua. Desde el año pasado no ha llovido lo suficiente como para llenar los ríos, lagos y otros afluentes, por lo que los comunarios de las zonas andinas se aferran a los pozos de agua construidos por sus ancestros, aunque esto puede ser un arma de doble filo.

La sequía deja a su paso suelos áridos y animales esqueléticos, y, mientras los jóvenes indígenas, campesinos, voltean la mirada hacia las ciudades, los abuelos se niegan a dejar la tierra que los vio nacer.

Un terreno agrícola afectado por la sequía. ABI

En el municipio de Umala, de la provincia Aroma, a 120 kilómetros de la ciudad La Paz, vive Alicia Huayta Rojas junto a su esposo e hijas pequeñas. La hija mayor decidió migrar a otro país en busca de mejores días. “Ya se fue mi hija, vivía con su pareja y a Brasil se han ido, su ganadito se lo ha vendido. Tenía sus pequeñas en el kínder y se las ha llevado, ya no hay cómo mantener a la gente joven. De mi familia sólo estoy yo con mi esposo y mis otras hijitas menores de edad”, cuenta.

Así como éste, hay decenas de casos similares en los que los jóvenes migran a las ciudades capitales de Bolivia o a otros países como Chile y Argentina, pero los adultos mayores no consideran esa opción. “Los que estamos de edad (avanzada) ¿a dónde vamos a ir? Entonces, ahí estamos quedándonos, tenemos poco ganado, pero si va a seguir así el tiempo, ¿con qué vamos a mantenerlo?”, se pregunta Huayta, agobiada por la preocupación.

El principal sustento de este poblado paceño era la venta de leche a la empresa Delicia; sin embargo, ahora, esta actividad va cuesta abajo, pues las vacas flacas apenas producen para el sustento familiar. Éstas deben tomar agua al menos tres veces al día para producir la suficiente cantidad de leche, lo que ahora se ha hecho una tarea casi imposible. La sequía inició en 2022 y hasta la fecha se mantiene, e incluso se ha intensificado.

Las vacas no tienen suficiente agua para tomar. Foto: La Patria

Hace un año esperaban que llueva, y en esa larga espera no lograron sembrar en su momento, y, por ende, no tienen productos para cosechar este 2023.

Casi en la frontera con Chile, tres ayllus -Ninoka, Laura y Kollana- ubicados en la provincia Pacajes de La Paz combaten año tras año la falta de agua. “No ha llovido y cuando está a punto de hacerlo, el viento se lo lleva”, relata Concepción Tarqui, una mujer de la tercera edad de la comunidad de Achirí.

Las familias más jóvenes llevaron a sus hijos a las ciudades, motivo por el cual, “quieren cerrar los colegios”, dice Concepción.

Un aula vacía. Viceministerio de Comunicación

Los departamentos más afectados por la falta de agua son La Paz, Potosí, Oruro y Chuquisaca. Hasta el momento, 290 municipios ya tienen una declaratoria de emergencia o han decretado zona de desastre por la escasez del recurso hídrico, informó el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, el 5 de septiembre.

Pero, contradictoriamente, el 17 de septiembre el ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Remmy Gonzáles, informó en Bolivia Tv que son 42 los municipios afectados. Dijo, además, que se contabilizan más de 27.800 familias damnificadas por la sequía, que también ha afectado a 48.700 animales. “Tenemos 42 municipios afectados, de los cuales 20 se han declarado ya con problemas de sequía. Las comunidades son 476, las familias afectadas 27.808”, dijo el Ministro.

Familias hacen filas para conseguir agua. Foto: AFP

En Oruro, en el Ayllu San Agustín de Puñaca, los indígenas cavaron más pozos de los que tenían, y más profundos, con el fin de obtener más cantidad de agua, pero, para su sorpresa, encontraron agua salada. “No hay lluvia, ya estamos todo seco. Hemos cavado más profundo para tener más agua, pero más adentro se vuelve más salada el agua, así que ahora un poquito menos hemos cavado. No sé cómo vamos a tener que enfrentar esta situación”, indicó el tata mallku del ayllu San Andrés de Puñaca, Prudencio Poma Chambi.

Este ayllu aglutina a cuatro comunidades: Puñaca, Yuracari, Pitcoya e Isuaya, las cuales no sólo están afectadas por el retraso de las lluvias, sino por la contaminación que generan las empresas mineras, principalmente la estatal Huanuni.

Para los adultos mayores que se niegan a moverse de allí, la vida se les hace más difícil, deben trasladar a sus animales a lugares alejados para que beban agua. “Por la contaminación y falta de agua la gente está migrando a otros departamentos, pero más a otras naciones, (por ejemplo) a Argentina. Están quedándose sólo la gente mayor de edad, ellos son los que más sufren, no pueden trasladarse, están cavando pocitos”, contó el Tata Mallku, y dijo que las autoridades les dieron un tanque para acumular agua, pero no hay cómo llenarlo.

Animales comen pastos secos en la comunidad de San Agustín de Puñaca. Foto: CENDA

En Chuquisaca la realidad no es diferente. Niños y niñas de la unidad educativa San Salvador del municipio San Lucas, marcharon en su propia escuela como medida de protesta ante la falta de agua registrada desde hace meses. Todas las mañanas, muy temprano, los estudiantes, junto con sus maestros, van en busca del recurso hídrico hasta el riachuelo más cercano, antes que los ganados la ensucien. El Ejecutivo Municipal alista una declaratoria de desastre que se sumará a las otras ya existentes en otros departamentos.

En Potosí, los pobladores hacen rituales andinos, denominados Paran Mañakuy, en los que imploran por lluvias. “Agua Tatay”, claman en los cerros.

Sin capacidad para retener el agua

Las elevadas temperaturas registradas este año han provocado el deshielo de los glaciares de las cumbres andinas, sin embargo, no hay suficientes repositorios de agua y ésta se evapora. “A causa del calor se han derretido muchos glaciares que están enviando cantidad de agua, pero no hay dónde almacenarla. No hay represas, entonces se va río abajo y se desaparece en la Amazonía”, indicó el montañista Bernardo Guarachi.

El montañista Bernardo Guarachi.

Esta es la tercera sequía intensa registrada en la historia de Bolivia. La primera fue en los años 1972-1973, la segunda fue en 1997-1998, y la tercera inició este 2023 y se extenderá hasta el 2024, explicó a La Nube el analista agrometereólogo Víctor Alfredo Carrillo.

El especialista señaló que ya se presentaron todos los tipos de sequía existentes: la metereológica, que implica el déficit de precipitación durante un largo periodo de tiempo; la agrícola, en la que por el déficit de agua en el suelo las plantas comienzan a secarse; y la hidrológica, donde los ríos empiezan también a agotarse.

“Ese tipo de sequías tienen tres impactos: el económico, donde los agricultores pierden sus semillas y necesitan créditos para volver a sembrar; también el impacto social, donde se producen migraciones, el abandono de los pueblos (…), o la gente cambian de actividad; además existen los impactos ambientales”, indicó Carrillo.

Para hacer frente a esta problemática social, el Gobierno decidió invertir en la perforación de 866 pozos de aguas subterráneas, para lo cual destinó Bs 307,5 millones, entre otras medidas como la construcción de represas y atajados.

“Por instrucción del presidente Luis Arce se implementó más de 866 pozos de aguas subterráneas, de aguas profundas para consumo, también se construyeron 19 represas y atajados con una inversión de más de Bs 18.000 millones”, informó el 17 de septiembre el ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Remmy Gonzáles, en Bolivia Tv.

Sin embargo, la sobre explotación de los pozos podría causar hundimientos, tal como ya se dio en Estados Unidos o Chile, donde se encontraron cavernas gigantes. “En EEUU se han presentado hundimientos dejando al descubierto cavernas bastante profundas, incluso hay partiduras de la tierra en otros lugares (…). Esa agua que se encuentra debajo de la corteza terrestre sustenta el suelo, al consumirse el agua se provocan vacíos y eso genera hundimientos», sostuvo el analista Víctor Carrillo. Alertó, además, que el consumo de agua es mucho más rápido que su reposición.

Comunidades olvidadas en el municipio de Poopó cavan pozos para conseguir agua. Foto: CENDA
En las ciudades de La Paz

Entre tanto, la Cumbre del Agua organizada por la Alcaldía de La Paz, llevada a cabo el viernes 15 de septiembre con la participación de distintas instituciones, concluyó con la propuesta de elaborar una “gran estrategia de cambio de hábitos” para el uso del agua. Esto conlleva a asumir medidas en las familias como el reuso de aguas grises, la cosecha de agua para riego de áreas verdes y trabajos de construcción, control a lavaderos de autos, además de la creación de una empresa municipal metropolitana de agua y saneamiento.

LOS DATOS

  • En Oruro más de 34.000 familias son afectadas por la sequía. Ya perdieron 62.576 hectáreas de producción agrícola -papa, quinua, cañawa- y 2.941 animales -llamas, alpacas, vacas y ovejas-, motivo por el cual se alista una declaratoria departamental.
  • En Santa Cruz, cinco municipios (con 94 comunidades afectadas)se declararon como zona de desastre ante la sequía, y se contabiliza 9.378 familias afectadas. Otros seis territorios están en proceso para emitir sus declaratorias.
  • La nación Guaraní que habita el chaco boliviano, ubicada en Tarija y Santa Cruz, se declaró en emergencia no sólo por la sequía, sino por la deforestación y los incendios.
  • El alcalde de La Paz, Iván Arias, contó que durante la Cumbre del Agua, los expertos revelaron que las represas Incachaca y Hampaturi están con niveles aceptables, mientras que la de Tuni Condoriri, que provee de agua a la ciudad de El Alto y varias zonas paceñas, está con menos del 50% de su capacidad.

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