Las 4 olas de desinformación sobre coronavirus en Bolivia

Las 4 olas de desinformación sobre coronavirus en Bolivia

– ¿Viste ese video de los chinos cayendo como moscas?

– No.

– ¿Y ese donde lamen los botones del ascensor para dejar impregnado el virus?

– Tampoco.

– Es increíble lo que está pasando, menos mal que estamos lejos.

Esta charla ocurrió entre dos amigas en enero de 2020 en Santa Cruz. Hoy, un año después de aquello, las certezas son distintas y los desconciertos son nuevos. Ahora sabemos que en un mundo globalizado es imposible estar lo suficientemente lejos como para no recibir un mensaje que asegura que “la Organización Mundial de la Salud ofreció 20 millones de dólares al presidente de Madagascar para destruir la cura contra el coronavirus” o que “Ecuador derrotó la Covid-19 al entender que no se trata de un virus sino de una bacteria”. Ambos mensajes falsos que -pese a serlo- circularon en al menos media docena de países (Argentina, España, Colombia, México, Ecuador y Bolivia).

Esto que hoy podría graficarse como un álbum de figurillas desinformantes configuran en realidad complejas etapas de una narrativa que puede verse en olas, tal cual las olas de la pandemia por la Covid-19: Las olas de la desinformación sobre coronavirus.

Según el monitoreo de las publicaciones de las verificadoras de información en Bolivia -Chequea Bolivia y Bolivia Verifica- antes de que se confirme el primer caso de Covid-19 en el país, ya circulaba desinformación sobre la enfermedad o sobre curas milagrosas para darle fin. Por ejemplo, el 4 de febrero de 2020, Bolivia Verifica desmintió que haya una vacuna contra el virus pues circulaba que un supuesto médico chino presentó el fármaco, por su parte, el 4 de marzo de 2020, Chequea Bolivia aclaró que la hoja de coca no cura el coronavirus.

Desde entonces, el escenario de la desinformación sanitaria ha variado en intensidad y forma. Principalmente por el ritmo de la política nacional que ofreció elecciones generales y subnacionales entre 2020 y 2021, pero también, esas ondas de contenido se vieron configuradas por la coyuntura nacional. Por lo que, puede confirmarse que –en gran medida- cada fake es en realidad un correlato de lo que está sucediendo en ese momento en el país.

¿A quién le beneficia la desinformación sanitaria?

Fabiola Torres, directora de Salud con lupa, plataforma digital de periodismo colaborativo dedicada a la salud pública en América Latina, conversó con La Nube sobre la desinformación sanitaria. Torres explicó que la desinformación circula indistintamente de país en país por lo que, las cadenas de WhatsApp, imágenes o videos de Ecuador, probablemente serán vistos en España, Argentina o Bolivia, aunque esto no ocurra en simultáneo.

Ante la pregunta de a quién beneficia este tipo de contenido, la directora advierte que hay varios intereses por debajo, entre ellos: político-ideológicos, económicos, sociales e incluso de entretenimiento.

“Hay la narrativa de conspiración sobre cómo está gobernado el mundo en muchos casos los voceros de esto son políticos, médicos o incluso religiosos que quieren imponer su visión sobre la realidad; por otro lado, hay intereses económicos de industria basada en la pseudociencia, tal es el caso del dióxido de cloro; así también hemos visto desinformantes que tienen el ánimo de desestabilizar. Del mismo modo, aparecen quienes buscan sólo desinformar por divertirse, en un ánimo de meme pero al final del día, todo eso perjudica”, aseveró Torres.

Las cuatro olas de la desinformación por coronavirus en Bolivia 

Mientras Bolivia experimenta una desescalada en la tercera ola de casos por la Covid-19, es posible advertir al menos cuatro etapas de bulos sobre la enfermedad en el país. Esto, en base a los datos desmentidos por las verificadoras.

Si bien es cierto que es ingenuo creer que la desinformación desaparece del todo, es posible advertir momentos álgidos de cierto tipo de contenido que configuran curvas que se pueden categorizar. Asimismo, es importante tener en cuenta que hay desinformación transversal que apareció desde el inicio y que luego de un año de pandemia, aún continua. Tal es el caso del origen del Sars-Cov2.  Sobre el que se ha dicho muchas cosas, como que fue creado en laboratorio, que es una guerra biológica o que, incluso fue ideado por “Bill Gates”.

A continuación te contamos cuáles son las olas que se pueden advertir sobre lo ocurrido en el país.

Primera ola: “La amenaza”

El hecho de que una mujer haya peregrinado en una ambulancia hospital tras hospital, buscando ser atendida sin éxito, tras ser diagnosticada con la Covid-19, escenifica muy bien lo que fue la primera ola de desinformación sanitaria en Bolivia. Justamente los primeros meses se caracterizaron por un boom de cadenas y audios de WhatsApp que supuestamente confirmaban que había algún caso no delatado en cierto rincón del país o que algún político estaba contagiado y que lo estaban ocultando (así se intentó hacer creer -la segunda semana de marzo de 2020- con Evo Morales, Jeanine Áñez y Jair Bolsonaro).

Esto conllevó a que la gente desconfíe de su vecino y a que incluso, la sociedad se oponga al retorno de bolivianos varados en el exterior. Todo era peligroso. Todo causaba miedo. El enemigo era siempre el otro, y eso buscó justificar actos inhumanos como la negativa de acceso sanitario o la estigmatización por haber enfermado. El desconcierto se apoderó y ante tanta incertidumbre lo que surgieron fueron datos falsos, imágenes fuera de contexto y audios que infundían miedo. Se construía día a día el escenario del terror a través de las pantallas de los celulares.

Esta primera etapa inició antes de que se confirme el primer caso de la Covid-19 en Bolivia, en febrero de 2020 y se extendió hasta mediados de abril de ese año. En ese lapso de tiempo se superaron los 100 primeros casos, ocho fallecidos y la primera persona recuperada de la enfermedad. La amenaza del contagio se tradujo en el “contagiado amenazante”, en gran parte por culpa de la desinformación.

Segunda ola: “Curas de cocina y teorías conspirativas”

El querer aferrarse a algo esperanzador nos llevó a incubar el deseo de encontrar la cura de la Covid-19 en nuestras cocinas. Esto motivó a que se comparta mucha desinformación que prometía resultados mágicos. Se intentó a toda costa creer -y hacer creer- que la sal, el ajo, el eucalipto, la hoja de papaya, la hoja del árbol paraíso, el café, el tabaco, el bicarbonato, el limón con miel y cebolla, el vino, la Coca Cola e incluso la marihuana eran la solución para atacar la novedosa enfermedad. 

Este tipo de desinformación caló tanto que hasta una exministra del gobierno interino de Jeanine Áñez y posterior candidata a diputada, promocionó agua ionizada para combatir el coronavirus. La consigna parecía ser siempre “por las dudas lo comparto” antes que, “ante las dudas no lo comparto”. La idea detrás de este accionar fue hacer conocer a mi entorno que hay “soluciones” ante lo desconocido. Y claro, cuanto más accesible mejor. Por eso es que se divulgaron con mucha viralidad las cadenas con remedios caseros no sólo en Bolivia sino también en muchísimos otros países. 

El mayor problema de este tipo de contenido fue que en gran medida prometían no sólo curarte sino “evitar que te enfermes”. Por ejemplo, circuló una cadena de WhatsApp que garantizaba inmunidad si usabas enjuague bucal con mucha frecuencia o si metías sal a la boca a diario. Esto a su vez implicaba una amenaza porque mucha gente se confiaba y descuidaba las medidas de bioseguridad efectivas, como el lavado de manos, el uso del barbijo y la distancia social. Por otro lado, también se vio que no todas estas recetas caseras fueron inofensivas, por ejemplo, se compartió con viralidad una imagen que sugería tomar una mezcla de tres aspirinas con limón para acabar con el virus.

El médico pediatra con especialidad en Terapia Intensiva, Lorgio Rivera, indicó al respecto que esa ingesta podría ser muy dañina para el estómago. “Si tomas esa mezcla de tres aspirinas, estás consumiendo algo que podría ser contraproducente, especialmente si hay algún problema gástrico ulceroso. Es decir, puede ser muy peligroso”, alertó.

Ante la gran cantidad de recetas de cocina para curar el coronavirus, la Organización Mundial de la Salud elaboró una lista de preguntas y respuestas con el fin de evitar la automedicación y disipar los falsos rumores sobre la enfermedad. Entre lo respondido está: “Añadir picante a la sopa u otras comidas no previene ni cura la Covid-19, exponerse al sol o a temperaturas superiores a los 25 ° C no previene la enfermedad por coronavirus, beber alcohol no lo protegerá de la Covid-19 y, ¿comer ajo puede ayudar a prevenir la infección por el nuevo coronavirus?”.

Este tipo de contenido empezó a ser desmentido en Bolivia principalmente desde abril de 2020 y se extendió con mucha recurrencia hasta julio. En ese mismo lapso temporal empezaron a circular las teorías conspirativas que buscaron explicar el origen y “el objetivo” del virus. Este tipo de contenido probablemente sea el que más ha perdurado en el tiempo de pandemia, pues si bien, fue desmentido reiteradas veces, continua resurgiendo cual ave fénix.

Sin lugar a dudas, Bill Gates se convirtió en el blanco favorito de las teorías de la conspiración sobre la Covid-19. Cinco años antes de la aparición del Sars-Cov2, el magnate dio una charla TED donde se refirió al peligro de un virus altamente infeccioso luego de que se logró evitar en 2014 un brote mundial de ébola. Sus palabras fueron sacadas de contexto y usadas por las voces conspiranoicas que lo acusan de crear el coronavirus para poder vender vacunas. (La Fundación Gates financia investigaciones en temas sanitarios, entre otros).

A partir de la figura de Gates surgió también la idea de la instalación de “microchips” en las vacunas para poder controlarnos o evitar la reproducción. Una presentadora de televisión muy reconocida en el país, llegó a afirmar en vivo que las vacunas nos insertarían nanochips.

Concatenado a eso apareció lo del 5G y las antenas. Pese a que Bolivia aún no tiene esa tecnología, el tema se viralizó y el miedo se materializó, al punto de que el 8 de junio de 2020 en la zona de Kara Kara del municipio de Cochabamba, 70 personas derribaron una antena de comunicación de una empresa telefónica.

Este tipo de contenido de conspiración que llama “plandemia” a la pandemia se incubó en Bolivia el 2020, pero tuvo graves repercusiones el 2021 con el miedo hacia la vacunación. 

Tercera ola: “Fármacos todopoderosos y desinfectantes curatodo”

Ligada a la idea de “complot internacional” para evitar que la gente se cure, muchos desinformantes afirmaron que la solución “oculta” estaba en medicamentos sin eficacia probada contra la Covid-19, como la ivermectina o el bacterol forte. Varios médicos y políticos incluso usaron esto para cobrar popularidad en un escenario preelectoral. Fue icónico el caso del actual gobernador beniano que promovió una “terapia multifocal” para atacar la Covid-19. Su “receta colectiva” –entregada a las personas sin distinción- incluyó indometacina, bacterol forte, azitromicima, prednisona, aspirinas y “fe”. 

“Son cuatro medicamentos simples que con el amor y la fe en Dios sanaron y aplacaron la ira del cuarto jinete (del Apocalipsis) representado por este virus”, señalaba el dentista quien meses después postularía para ser gobernador del departamento.

“Cientos de candidatos, tanto en las elecciones generales de 2020 como en las subnacionales de 2021 ofrecieron diferentes productos que suplieron a las gorras, llaveros, baldes y camisetas, característicos de otros procesos electorales”, señala un reportaje que indagó como los políticos usaron productos no avalados por la ciencia para ser usados contra la Covid-19.

Otros de los productos carentes de respaldo científico pero muy publicitado fue el dióxido de cloro, que llegó a tener una ley en agosto de 2020 en la Asamblea Legislativa para su consumo contra el coronavirus pese a que el Ministerio de Salud rechazó su uso. El desinfectante -incluso- llegó a producirse en varias universidades del país.

Esta tercera ola, que se vio interrumpida por las campañas y las elecciones nacionales, se registró entre julio y finales de agosto principalmente.

Cuarta ola: “Imanes, hombres lobos y la marca de la bestia” 

La desinformación sobre vacunas lleva más de medio año en Bolivia. Pese a que hubo un gran esfuerzo estatal, sanitario, mediático y de las verificadoras para disipar los miedos, muchísima gente se rehusó a vacunarse.

Fue muy llamativo el caso de Riberalta -un municipio priorizado por el Gobierno para acceder a las vacunas por su ubicación geográfica- donde gran parte de la población rechazó las vacunas por el rumor de que se trataba de la inserción de un chip que era “la marca de la bestia”. El tema fue tan serio que las autoridades sanitarias mostraron preocupación ante la amenaza de que se revertirían los lotes recibidos.

El temor a la vacuna estuvo sustentado en desinformación ligada a teorías conspirativas del 5G, al miedo a que provoque infertilidad, a la inserción de metales que “imantan el cuerpo” e incluso a la idea de que te convertías en algo no humano, como el hombre lobo o un “transhumano”.

Empeoró la situación el hecho de que en muchas filas de vacunación los “antivacunas”intentaron hacer cambiar de opinión a quienes esperaban inocularse y que, haya voces en medios de comunicación señalando que se trataba de un experimento que nos traerá más perjuicios que beneficios, tal fue el caso de la traumatóloga Patricia Callespieri.

Los inicios de esta cuarta ola de desinformación se pueden detectar aproximadamente desde diciembre de 2020 y la marea aún está en ascenso. Es probablemente un tema que no se resolverá hasta que se logre la inmunidad colectiva. Mientras tanto, todas las batallas posibles deben ser dadas para combatir el mar de la desinformación que busca empaparnos a todos cada día. 

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