Subir al cuarto piso

El otro día no tuve más remedio que ir al médico. Un dolor intenso de rodillas me impedía bajar gradas y subir a los trufis que parecen minibuses de Alasitas. No podía, el malestar era tan fuerte que, finalmente, el diagnóstico fue una tendinitis rotuliana.

Ese término tan medieval ya me decía algo, entonces recordé que hace meses descubrí unos cuantos hilos blancos tímidos entre mi cabello y que a principios de año un estudiante me contó que su mamá era fanática de Chayanne, al igual que yo. Así es, ¡su mamá! Inevitablemente, estas señales me estaban llevando directamente al cuarto piso.

No puedo olvidar, además, que el 2022 festejé mi cumpleaños y los globos de la decoración decían “30 y siempre”, en un intento gracioso e inconsciente de no cambiar de dígito, pero claramente mis 39 no duraron para siempre. Estoy a punto de cumplir 40 años.

El atardecer en el Salar de Uyuni. (Créditos: Diego Romero)

Cuenta la leyenda que el águila vive 70 años, pero a sus 40 ya no es la misma; sus uñas, su pico y sus alas sufren tal desgaste que le impiden volar y cazar a sus presas como lo hacía en su juventud. Entonces elige pasar un buen tiempo a solas y tiene un doloroso proceso de renovación, después del cual vuelve a volar con su majestuosidad y fortaleza en pleno.

La historia del águila, verdadera o no, vale para el ejemplo. Nosotros, los seres humanos, llegamos rotos a los 40. Dolencias musculares y del corazón, emociones hasta el límite, pérdidas, abandonos y hasta alguna que otra fractura de huesos y del alma forman el historial de cuatro décadas de vida.

Pero en ese camino también disfrutamos de momentos de felicidad: nuestro primer trabajo, el nacimiento de un hijo o una hija, un logro profesional, la compañía de nuestros abuelos y de nuestros padres, el festejo de los éxitos de nuestros hermanos y de nuestros amigos, entre otras vivencias. Un cúmulo de alegrías y placeres que desborda, en muchos casos, nuestro existir con el afán de querer más y más sella nuestra juventud.

Cuando llegamos al límite de esas experiencias buenas y malas sabemos que hay que hacer una pausa, así como el águila; un espacio en silencio y en soledad será la escenografía ideal que nos permita curarnos y asimilar todos nuestros recuerdos. Para cuando hayamos terminado, nos daremos cuenta que estamos por empezar la segunda etapa de nuestras vidas.

Un águila en pleno vuelo. (Créditos: www.humanidades.com)

Llegar a los 40 es una eterna reflexión, es el momento en el que aplicamos todo lo que aprendimos. Vemos la necesidad de vivir nuestros días en calma, de buscar horas para disfrutar, no para correr; si alguna vez porfiamos por tener la razón, ahora nos quedamos tranquilos con lo que pensamos; buscamos tranquilidad en todos los aspectos, empatía con amistades nuevas y no dudamos en dejar otras cuando nos sentimos incómodos. La ruta es por una estabilidad que nos acompañará los siguientes 40 años, pero con una libertad completa.

Cada uno camina a su propio ritmo, solo o acompañado, con altibajos pero sin pausa; tomamos decisiones como consecuencia de nuestros intereses y metas, y lo mejor es que cada uno de nosotros es diferente, ninguno está por debajo o por encima de otro sólo por haber tomado otro camino que el convencional. Todos valemos por como hemos aprendido a ser.

Cuando aceptamos lo que vivimos en 40 años y abrazamos lo que somos ahora, con nuestras ilusiones y cicatrices, es el momento de emprender vuelo otra vez. Esa fortaleza del águila nos da el primer empujón para abrir las alas y elevarnos hacia la segunda parte de nuestra vida, llena de plenitud.

Hoy me toca ir por ese camino, parto optimista porque sé que encontraré quietud y aventuras nuevas, y cuando las encuentre me daré cuenta que llegué al cuarto piso y que es hora de renacer.

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2 respuestas a «Subir al cuarto piso»

Danielita, estoy muy de acuerdo con el contenido de tu opinión respecto a subir al cuarto piso, claro que yo voy por el sexto.
Debemos ser siempre optimista y trazarnos otras metas para no permanecer estáticos. Te felicito por tan acertada opinión.

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