El escurridizo Marset y el FBI de Aguilera

Un grupo especial de “contrainteligencia”, más de 2.500 uniformados movilizados, al menos 85 allanamientos en viviendas de lujo, haciendas, hangares y oficinas; un centenar de operativos con policías encapuchados y con chalecos antibala, 26 personas encarceladas, al menos cuatro avionetas confiscadas, 400 kilos de cocaína y armamento secuestrados. Una frenética acción policial se desarrolló sólo en un mes, pero el narco escurridizo va ganando. ¿Dónde está Sebastián Marset?

Esa seguidilla incesante de operaciones de la fuerza estatal sólo me recuerda la verborragia del viceministro de Régimen Interior, Jhonny Aguilera, cuando explica sobre las investigaciones que se hacen, pues en su conocido estilo de detective siempre intenta hacer quedar bien a la Policía, tanto que el año pasado se animó a decir que esta institución es mejor que el FBI (Oficina Federal de Investigación) de Estados Unidos.

Al parecer su FBI no está tomando en serio la gravedad del caso Marset. Uno de los peces gordos más buscado en países de la región se ha dado el lujo de enviar videos como prueba de que sigue libre en territorio boliviano, de decirle al ministro de Gobierno que es un “burro” y que ya está “manchado” en el narcotráfico bajo el pseudónimo de “Sonia”. Datos precisos que no cualquiera lanza al azar, sin embargo -a un mes de la fuga del narco- no hay una respuesta contundente ni de Eduardo del Castillo ni de otras autoridades. ¿Cómo puede permitir un ministro de Estado que lo vinculen con uno de los delitos más aberrantes de la sociedad?

Sebastián Enrique Marset Cabrera es un narcotraficante uruguayo de alto nivel que estaba a cargo del envío de toneladas de cocaína a países de Europa y África. Vivió en Santa Cruz infiltrado como futbolista y como un productor de espectáculos con documentos falsos. Entre otras cosas, disfrutaba de su fortuna mal habida sin ser cuestionado por ninguna de sus amistades. Hay registros de que el año 2018 ingresó a Bolivia por primera vez, pero quién sabe cuanto tiempo antes ya estuvo en el país comandando una red criminal de narcotráfico a vista y paciencia de todos.

“La Policía Boliviana es mejor que el FBI (…) tiene voluntad, talento, tiene preparación, tiene formación, lo que estamos haciendo ahora es readecuarnos a las nuevas formas de criminalidad”, aseguró Aguilera en mayo del año pasado, cuando era comandante de la institución y había una ola de críticas sobre el accionar policial en temas relacionados con el tráfico de droga y robo de vehículos.

Está bien tener amor a una entidad en la cual uno se formó y está bien tener metas ambiciosas, pero antes hay que saber en qué situación están los miembros de esa institución. Voluntad pueden tener muchos, pero lastimosamente no se puede hacer casi nada solo con esta actitud. El “talento humano” para Aguilera es todo el personal policial que desarrolla sus capacidades en determinadas áreas; sin embargo, estos recursos humanos aplican paralelamente actitudes manchadas por actos corruptos y hasta por delitos que dejan su imagen por los suelos.

El viceministro comparó una formación equivalente a los miembros del FBI, pero al país todavía le falta mínimamente tener infraestructura, recursos económicos y tecnológicos para decir que por lo menos estamos avanzando hacia un FBI “made in” Bolivia. Muestra de esto es que los narcotraficantes utilizan sistemas de monitoreo y de localización más avanzados que los que usa la Policía Boliviana.

Sería injusto no mencionar el sistema integrado de seguridad ciudadana BOL 110, inaugurado en 2019, que es el único que cuenta con tecnología de punta y sistema de monitoreo preciso y en tiempo real. En La Paz generó mucha expectativa, aunque falta personal que atienda de manera oportuna a los ciudadanos en situación de violencia e inseguridad. Entonces, alcanzar los niveles del FBI todavía es un sueño.

Con la experiencia que tiene nuestro viceministro de Régimen Interior es tiempo de que la gente vea frutos y uno de los primeros debería ser presentar a Marset detenido, sería una prueba clara de que las investigaciones de Estado son serias.

De otro modo nada es creíble. Cansa ver al ministro rodeado de jefes policiales en una y otra conferencia de prensa, ya sea para presentar un detenido o para mostrar un arma confiscada. El mismo discurso con tantos halagos que sólo hacen inflar el pecho de quienes no lo merecen y esas pleitesías y poses que sirven para la foto ya llegan a aburrir. Resultados, por favor.

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