Esta es la historia de dos expertos y apasionados al lombricompostaje. Wilfredo Blanco y Alberto Pati, -dos ingenieros agrónomos que-, con sus distintas experiencias y especialidades, continúan trabajando para cambiar el rumbo del planeta en contra de la emergencia climática que se acelera rápidamente.
Pati transformó un relleno sanitario en un jardín biodiverso gracias a sus lombrices californianas, y ahora trabaja arduamente en transformar productos biodegradables vencidos de empresas alimenticias en abono orgánico.
Blanco, por otro lado, capacitó a mujeres de áreas periurbanas de El Alto en la reproducción de cuis, gallinas y conejos, y en el manejo de huertos urbanos. Siendo las lombrices californianas sus principales aliadas, ya que juegan un rol fundamental en la producción agroecológica.
Pero, ¿por qué son tan importantes las lombrices rojas? Los especialistas explican que ellas descomponen los residuos orgánicos y entregan un humus de excelente calidad que fertiliza las plantas y regresa los nutrientes al suelo. Este proceso no solo reduce la cantidad de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, sino que también enriquecen el suelo en donde habitan, proporcionándole nutrientes y aireación.
La lombriz, la base para la agroecología.
Wilfredo Blanco es docente investigador de la Estación Experimental de Patacamaya que pertenece a la Facultad de Agronomía de la UMSA, a sus 20 años empezó cuidando conejos angora y luego cuises. Recuerda que amontonaba el estiércol de estos animales con la certeza de que algún momento iba a servirle. “Mis papás renegando me decían: ¿Por qué te guardas esto?, lo botaremos a la basura”.
Hasta que asistió a un curso de lombricompostaje de donde se trajo un puñado con 50 lombrices y pudo hacerlos reproducir alimentándolas con residuos orgánicos y heces de conejo. Con el apoyo de sus padres, hizo un invernadero, y con el tiempo logró dar capacitaciones a más de 500 familias en agricultura urbana.
La Nube hizo un recorrido por la Estación Experimental Patacamaya de la Facultad de Agronomía de la UMSA, que es donde trabaja Blanco y donde la lombriz juega un rol fundamental para la producción agroecológica que se realiza en el lugar. Allí trabajan con manejo de cultivos hidropónicos, nutrición de plantas, microbiología de los suelos y manejo agroecológico de invernaderos, entre otros.
“Yo les digo a mis estudiantes que deberíamos hacer un monumento a la lombriz, y adorarla. Decirle gracias por todos tus beneficios”, dice Blanco en tono de broma, pero con la certeza de que más personas deberían aprender a cuidarlas porque son ideales para recuperar suelos erosionados, y así producir organicamente los cultivos sanos y limpios de plaguicidas.
De un relleno sanitario a un jardín biodiverso
Alberto Pati se abrió camino en el mundo medioambiental gracias a su tesis “Determinación y calidad de humus de lombriz a partir de residuos urbanos de la ciudad de La Paz”, que hasta ahora es utilizada como biografía de muchas investigaciones y que le abrió las puertas a futuros trabajos. Ya no solo se dedicaría al área de gastronomía o diseño paisajista, sino que también ingresaría al área de residuos y lombricompostaje.
Pati le dedicó 12 años de su vida a transformar el botadero de Mallasa en un parque que ni expertos argentinos pudieron solucionar. “Me entregaron un botadero muerto, oloroso. Mis trabajadores cuando entraron empezaron a vomitar. No había ni una planta. Todo era seco, como un desierto”, recuerda. Empezaron plantando pino porque al podar generaba un rico olor a limón y eucalipto. En el piso pusieron manzanilla. Patzi dice que cuando la gente pisaba esta hierba, las cabezuelas florales emanaban un olor agradable. Además plantaron eucaliptos, cipreses, molles, kekuyos, cactaseas, y ágaves americanas.
Para que las raíces de las plantas no mueran al tocar la tierra acidificada de los residuos, Pati llevó alrededor de una tonelada de lombrices, que eran producto de su tesis y llegó a tener cerca de 150 toneladas de anélidos. La clave, afirma el experto, ha sido el uso de humus de lombriz.
Llegó a recibir no solo basura de los mercados, sino cuernos y huesos del Centro Municipal de Faeno. Como éstos son ricos en calcio y fósforo, los utilizaba para enriquecer nutricionalmente a los árboles. Pero también, había personas que desconfiaban de su trabajo y le pusieron varias piedras en el camino, pero fueron los comunarios del lugar quienes lo defendieron en muchas oportunidades.
“Gracias a él ya no hay olor. Esas épocas nosotros vivíamos en Mallasilla y el olor llegaba todas las mañanas. Era horrible. Algunos vecinos tenían dolor de cabeza. Pasaron los años y ahora ese olor ha desaparecido”, recuerda su esposa. Quien también le ayudó trabajando los fines de semana. “Él le puso alma, vida y corazón. Hasta ahora pasamos por ahí y siempre va a dar sus vueltas. Aunque sea por la puerta, la rodea”.
Pati dejó Mallasa en 2012 con un informe que indica que se concluyó hasta el 80% del cierre del botadero. Faltó terminar el diseño final y el espacio pasó a hacerse cargo de Emaverde. «Estoy muy agradecido al municipio paceño, a Tersa y a Clima por la confianza que depositaron en mí», recalca Pati.
Ahora sus expectativas medioambientales ya no solo abarcan un espacio, sino que con su experiencia y el apoyo de las lombrices, transforma productos biodegradables vencidos de empresas alimenticias en abono orgánico. De esta manera, evita que haya más basura en los rellenos sanitarios, y con este material produce abono de alta calidad que aporta a la seguridad alimentaria.
Más datos
- Costo: El kilo de azúcar se vende a cinco bolivianos y el kilo de humus de lombriz, el doble.
- Nutrición: Se requiere un kilo de lombrices para 100 gramos de harina de lombriz. Posee un alto contenido proteico.
- Emprendimiento: Croak, Flor Andina, Colembola y Manos al compost son algunas de las iniciativas que impulsan el compostaje.