¿Hasta cuándo Tipuani deberá pagar el precio de la minería irresponsable? Tal parece que hasta que alguien decida vender entradas para un parque temático de desastres ambientales.
Tipuani se inunda y yo, que estoy a 264 kilómetros de distancia, también me siento bajo el agua. Sé lo que sienten esas familias, porque lo viví dos veces con mi casa, en 2021 y 2024. Doña Julieta Díaz, una de las comunarias afectadas, me llama y me envía mensajes en la noche y la madrugada. “Le comento que el río se entró nuevamente, tras que amanezca le mandaré video, ahora está todo oscuro”, dice mientras camina en medio de la calle, como si yo tuviera el poder de cerrar la llave de ese desastre. Y no la culpo, porque a diferencia de las autoridades nacionales, al menos yo le contesto.
Las recientes inundaciones han puesto en evidencia, una vez más, los efectos devastadores de la minería irresponsable en Bolivia. No es solo el desborde del río, sino las filtraciones de agua que salen de las gigantescas pozas abandonadas por las cooperativas mineras. Excavaciones que, con cada lluvia, terminan desbordándose y aumentando el caudal, convirtiendo a Tipuani en una versión improvisada de Venecia, pero sin góndolas ni turistas, solo barro y desesperación.

La minería, lejos de ser una bendición económica, se ha convertido en una maldición con todo y maleficio incluido. Se llevan el oro y dejan miseria, contaminación y vulnerabilidad. Los ríos están intoxicados con mercurio, los suelos erosionados y los bosques convertidos en postales de lo que alguna vez fueron. Mientras tanto, las autoridades siguen con promesas vacías y poco efectivas.
Y ahí está doña Julieta, llamándome otra vez. No porque crea que tengo la solución mágica, sino porque la desesperación busca refugio en cualquier oído dispuesto a escuchar. Mientras ella y su comunidad intentan salvar lo que pueden, los responsables del desastre duermen tranquilos, quizás soñando con su próxima concesión minera.
La pregunta es inevitable: ¿quién se hará cargo? Porque si las cooperativas mineras operan con la venia del Gobierno, difícilmente asumirán los daños. El Estado, que debería regular y fiscalizar, parece más interesado en redactar discursos que en redactar soluciones. Y la gente de Tipuani, atrapada entre el agua y el olvido, sigue esperando una respuesta efectiva que nunca llega.
Es momento de que la voz de Tipuani sea escuchada. Porque si seguimos así, pronto no quedará ni un lugar seco donde pararse a protestar. Y si alguna vez deciden vender entradas para el parque temático del desastre minero, al menos que las regalías sirvan para comprar botes salvavidas para los comunarios. hazmelo un post de ig para eso