Biopolítica, Capital Digital y la Escalada del Nuevo Orden Tecnofeudal

(Serie – Tecnofeudalismo: Lo que mató al capitalismo)

Una de las empresas más delicadas, si acaso las hay, pasa por la selección de un título, el orden de la estructura compositiva y naturalmente, la inspección de la verosimilitud en el contenido a compartir. En otras palabras, aunque haya miles y miles de columnas de opinión y sean millones las personas que las leen día a día o, lo que es más, miles de millones las perspectivas y formas de interpretarlas, no deja de existir cierto ritual en la etapa previa a publicar algo que, remotamente, pueda considerarse literariamente significativo.

Con ese ejercicio de sinceridad, comienzo hoy una columna, un tanto más personal e, inevitablemente, más provista de visceralidad, intuición y otro tanto de aguda percepción. (sustento científico de por medio, en la forma del celebrísimo sistema límbico)

En fin, ¿ya viene siendo hora de que el mundo se acabe, no?

O, al menos es esa la percepción generalizada grosso modo, predominante:

  • Por un lado, un estudio realizado por ‘Sigma Dos’, para Laboratorios Boiron 🧬, publicado en 2022 📅, reveló que el porcentaje de españoles que sufren sólo cansancio físico subió (del 19,2% al 26%) 📈 y de los que padecen sólo fatiga mental, también (del 12,3% al 22,2%) ⚠️.
  • Pero, vamos un poco más allá (o un poco más acá): en Latinoamérica 🌎, de acuerdo con un estudio publicado por Statista a finales de 2024, el 53% de los trabajadores encuestados en todos los países afirmó haber sentido falta de energía o cansancio extremo. El 38%, por su parte, experimentó negativismo o cinismo en relación al trabajo, y el 21% notó una disminución en su eficacia para trabajar. El 41% experimentó todos estos síntomas juntos 🧠…

Luego de sumergirnos en la delicada realidad laboral que las personas han venido y vienen experimentando en el día a día, es inevitable no conferir cierto grado de razón a la pregunta que, empapados de toda sinceridad, no se aleja tanto del sentir general…

Y, ¿Qué tal si el mundo se acabó hace ya un buen tiempo? Al menos, el mundo tal y como lo conocemos (o creíamos conocer)

Cuando Yanis Varoufakis, el eterno, infaltable y connotadísimo autor que decanta la génesis de la serie en proceso, hace referencia al tercer capítulo del libro “Technofeudalism: What Killed Capitalism”, comienza a enarbolar dos elementos centrales que definirán la prosa y templanza narrativa de esta pieza literaria:

  1. ¿Qué es exactamente el Tecnofeudalismo?

Cuando hablamos de la materia, en general, se mencionan tres estados físicos esenciales: sólido, líquido y gaseoso. Sin embargo, aquellos que no se sienten abastecidos con las nociones básicas de la primaria, saben perfectamente que esa es una verdad a medias o, en términos más claros, una mentira.

Plasma. El plasma es el cuarto estado de la materia. No es tan mencionado como sus tres y más populares predecesores, ¿no? Aún así, de acuerdo con la Sociedad de Física de los Estados Unidos (American Physical Society), el plasma es el estado más común de la materia en el universo observable, componiendo cerca del 99.9% de él. En otras palabras, prácticamente todo lo que ha existido, existe y existirá en la vida tal y como la conocemos, es plasma. No el estado líquido, tampoco el estado sólido y mucho menos el gaseoso…

De un modo parecido, el Tecnofeudalismo, a pesar de no inundar los debates teóricos más preeminentes de la contemporaneidad, los círculos de análisis de las políticas públicas más urgentes o el futuro en la toma de decisiones asociadas a la gobernanza global, está presente en todas y cada una de las interacciones económicas del día a día, reformando la arquitectura institucional en todas las latitudes y (cuasi) obligando a la transición en la macroestructura ideológica prevalente de actuales y futuras generaciones.

El Tecnofeudalismo, entonces bien, es (y será por un tiempo indefinido) el ADN de la política y economía que mueven al mundo.

Y, ¿dónde encontramos su sustrato?

Así como el plasma omnipresente, aunque no lo podamos tocar, está a un golpe de vista (quizá, más bien de razón), aunque no deje de ser invisible para algunos: en el Internet.

Todos los días, todos, al intercambiar un mensaje por WhatsApp, darle like a una foto en Instagram, comentar un post en Facebook, enviar archivos a través de un correo electrónico, o simplemente buscar información en Google, compartimos datos. Estos datos son ‘manejados’ por gigantes informáticos, sin un destino del todo claro ni de fácil pronóstico y, antes que podamos notarlo, estos datos son manipulados desde altamente tecnificados e increíblemente precisos algoritmos, que hacen parecer que la publicidad, los anuncios y las ‘ofertas’ que vienen después, están mágicamente conectadas y entrelazadas entre sí, en una cadena que bien podría extenderse hasta el infinito.

Y, ese es apenas el comienzo…

A partir de la crisis del ’08, el estallido de la burbuja inflacionaria y, en particular, la herida de muerte propinada al minotauro de la economía global (EEUU), el tablero fijado en la posguerra ha sido cuestionado y, en tiempo real, está siendo substituido.

Cuando el 15 de agosto de 1971, el entonces presidente Richard Nixon, anunció una serie de medidas que significaban, en sumun, la cancelación unilateral de la convertibilidad internacional directa del dólar estadounidense al oro, dio paso a una política de emisión monetaria sin respaldo mineral (sin precedentes en el siglo, destacado sea) que, más allá de las implicancias que haya podido tener o no en la propia economía norteamericana, propició el principio del ascenso de una escalada de balcanización de la macrotorta de poder en la geopolítica global: el poder, fundado en el potencial económico, dejó de ser monopólico, abrió la vía a la diversificación y, con ella, marcó el fin de un reinado hegemónico, irónicamente, autoinfligido.

A partir de ahí, actores, hasta ese momento, ni siquiera secundarios, sino terciarios en el gran mapa de la geopolítica global, como Europa, el Segundo Mundo (la entonces aún vigente Unión Soviética) y, en particular, el centro masivo de producción y trabajos ‘no americanos’, China, dieron inicio a un proceso de cuestionamiento abierto y frontal del liderazgo teocrático y centralizador yankee.

En otras palabras, el principio del fin de la lógica capitalista y el ascenso (casi asunción) del Tecnofeudalismo.

¿Y… Cómo se produce la intersección del Tecnofeudalismo y la Biopolítica?

El Tecnofeudalismo es la síntesis del nuevo y disruptivo orden mundial. Y, una consecuencia natural de él, pasa por una re-asimilación fundacional de la tesis que sostiene al poder: Antes, la dominación, se entendía desde el ejercicio y despliegue de un sistema económico temprano, seguido de una fase subsecuente de homogeneización cultural, entonces la comunión social pasaba a un segundo plano: las clases estaban configuradas, el poder ejercido de forma piramidal invertida frente a los subversivos y las potenciales fuentes de conflicto social, subsidiarizadas y acalladas. El control quedaba asegurado y la gobernabilidad ya no era discutida, sino eventualmente ‘retocada’.

Esa ya no es más la lógica. El capitalismo ha muerto y, aunque existan aquellos que aún pretenden aseverar que continúa de moda, su espectro de influencia y campo de poder han decrecido al punto del simbolismo. En su lugar, ahora, prima un sistema de control, gobierno y gestión que se entiende desde:

  • Extracción forzosamente voluntaria de los datos e información personal:

Al ingresar a redes sociales, plataformas y las propias herramientas de inteligencia artificial, a día de hoy más populares y utilizadas que los sistemas automatizados de operaciones bancarias (QRs), parece que todo, o casi todo, es gratis. Y puede que sí, pero se paga un precio más alto e imposible de revocar: la intimidad de nuestra vida privada.

  • Gestión en sujeción a una Hoja de Ruta:

Estos datos, per se, no poseen mucha utilidad más allá de la honra simbólica que podría dársele a la facción humorística de ‘Snoopy’. Y, es evidente que su potencial no queda en el deseo de husmear y derribar cada recoveco de la intimidad personal, sino más bien, en cómo pueden formarse cadenas de fisonomía patronímica, conducentes a la instrumentalización de la atención y su conversión en herramientas de extracción de renta:

👉 “Mientras más tiempo pase una persona conectada, más datos pueden extraerse, más puede moldearse la conducta de los internautas y, con el tiempo, entrenarse de modo tal que se puedan generar líneas de consumo, pensamiento y control ilimitadas”.

En pocas palabras, ya no se trata solamente de estudiar y predecir el comportamiento de las personas, sino de intervenir estilos de vida, reconfigurar la arquitectura del pensamiento y reprogramar al ser humano, de modo tal que, la vida tal y como la conocemos hoy, sea lo más parecida a la Matrix de las hermanas Wachowski.

  • Y, el gran paso final

Una realidad distópica sería demasiado ideal. Incluso para aquellos que persiguen genuinamente su materialización. No vamos a caer en centros de drenaje absoluto de la ‘fuerza vital’ de cada individuo, pero sí que los métodos y mecanismos de control masivos se irán profundizando y recrudeciendo. La balcanización precitada, trae también tres fenómenos que serán analizados y discutidos en una próxima edición: El ascenso chino, desde la relevancia de la ‘Belt and Road Initiative’; la sublimación en la detentación hegemónica y absolutista del poder (y sí, la ‘gran’ caída del imperio estadounidense) y, quizá, el factor más importante: la hipernormalización de una realidad disonante, el ostracismo de una vida en la que se existe, pero ya no se vive ni se siente de verdad…

Pero… ¿Dónde quedó la biopolítica? Y bueno, para no tener un lente ámbar de la realidad, es preciso retrotraer a nuestra condición biológica fundacional: como animales, por muy desarrollados que podamos parecer en ocasiones (…), la tendencia siempre pende hacia el tribalismo y la satisfacción de placeres específicos. Si ha habido renovación en sistemas temporales a través de la historia, es porque cada uno ha sabido explotar e instrumentalizar mejor estas dos cualidades fundacionales. ¿Qué distingue entonces al Tecnofeudalismo, de sus predecesores? Nada. O, quizá más bien, todo. O, en realidad, simple y sencillamente, la creación de una fórmula que permite defenestrar a su inmediato anterior (el capitalismo), mientras, reconfigura el mapa global hacia una administración más salvaje, abierta e indolente de las grietas que deja este cisma dual.

No, recién vamos empezando…

(Este artículo forma parte de una serie en desarrollo)

Referencias Bibliográficas:

  1. Statista. (s.f.). Gráfico: Agotamiento laboral. Statista. https://www.statista.com
  2. The National Archives. (s.f.). Hypernormalisation – still – H – 2016.jpg [Imagen]. https://www.nationalarchives.gov.uk
  3. The Solar Dynamics Observatory. (s.f.). Solar Flares.gif [GIF]. NASA. https://sdo.gsfc.nasa.gov
  4. U.S. Department of State. (s.f.). Resources – Unit – DPP. https://www.state.gov
  5. U.S. Embassy & Consulates in Spain. (2021). Los españoles sufren ahora más cansancio que hace un año durante la pandemia. https://es.usembassy.gov
  6. U.S. Government Publishing Office. (s.f.). The Story of Uncle Sam, the Embodiment of the Fourth of July. https://www.govinfo.gov

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