Del fuego a las inundaciones, ¿desastres naturales o la mano del hombre?

Foto: Población de Tipuani, extraída del Facebook Somos Tipuaneños

En los últimos nueve meses, Bolivia ha pasado de un año récord en incendios forestales a intensas lluvias que han provocado muertes y enormes pérdidas. Lo ocurrido difícilmente podría catalogarse como desastres naturales, pues los expertos coinciden en que la actividad humana es la causa detrás de estas tragedias.

Desde junio de 2024, poco más de 14 millones de hectáreas ardieron en el país, un 170% más de lo que se había registrado en otro año récord: 2019. En los últimos meses, las intensas lluvias han cobrado la vida de 50 personas. Gobiernos locales se han declarado en emergencia y los agricultores han advertido con pérdidas de producción.

“Lo que vemos son efectos del cambio climático que han marcado todo el planeta. Hemos sufrido incendios que han propagado la deforestación. Y eso también es importante señalar, hay lluvias que no son tan intensas, pero los ríos se desbordan porque ya no hay vegetación y porque hay más sedimentación por la actividad humana, como hemos visto en Tipuani”, señaló el director del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), Hugo Mamani, al ser consultado al respecto por La Nube.

Tipuani, un pueblo minero en el norte de La Paz, permanece más de tres meses inundado. Las autoridades locales y nacionales han apuntado a la minería aurífera como la principal causa de lo ocurrido en esta región. Los mineros deforestan las riveras de los ríos y cambia el curso de los mismos para extraer el preciado metal.

Otra tragedia ocurrió el 16 de marzo en Llallagua, Oruro, cuando un dique de desechos mineros colapsó supuestamente por las intensas lluvias. La mazamorra sepultó el 70% de una comunidad, Andavilque, y dejó al menos dos personas muertas. La estatal Corporación Minera de Bolivia (Comibol) reconoció que estaba a cargo del mantenimiento y supervisión del dique.

El pronosticador del Senamhi, Kenny Quisbert, explicó que el incremento de las temperaturas por el calentamiento global cambia los patrones de circulación atmosférica. “Es por eso que en algunas ocasiones tenemos lluvias adelantadas o retrasadas, o se intensifican en algunos periodos del año”.

“Estamos teniendo bastante cambio en las precipitaciones, con relación a los promedios normales”, acotó Quisbert, a tiempo de señalar que las lluvias en marzo de este año casi se duplicaron con relación al promedio de años anteriores.

Medición en milímetros de agua acumulada sobre un metro cuadrado. Fuente: Senamhi.

Para Leon Lizon, jefe de Proyectos de Practical Action, que trabaja con comunidades en la región de Rurrenabaque (Beni), “es complicado” atribuir el aumento de lluvias e inundaciones al cambio climático. “Lo que sí no escuchabas antes eran las sequías tan marcadas en esta región”.

La falta de lluvias, por otro lado, se ha convertido en un problema para la producción agrícola y forestal en esta zona del norte paceño y el oeste beniano, que además se ha visto golpeada por los incendios forestales en las últimas gestiones. El bosque húmedo solía ser una barrera que impedía la propagación del fuego en la época de quemas. Sin embargo, cada vez la vegetación está más seca por la falta de lluvias y esto hace que el fuego se propague con mayor facilidad.

“En nuestro país exacerbamos el cambio climático con los incendios y la deforestación. Las actividades extractivas en el norte del país generan nuevos asentamientos y desmonte”, acotó el investigador de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque.

En los municipios de Ixiamas y San Buenaventura, por ejemplo, se ha visto un aumento de la deforestación promovido con proyectos del Gobierno central. El cultivo de caña de azúcar para el ingenio estatal de San Buenaventura, o los plantines de oleaginosas que se quieren insertar en la zona para la producción de agrodiésel, son algunos ejemplos de iniciativas que pretenden convertir al norte paceño en un área de la agroindustria similar a Santa Cruz.

Para Lizon, la gente puede prepararse mejor para evitar estos golpes climáticos. La información proporcionada por el Senamhi debería ser tomada en cuenta por las unidades de gestión de riesgo de los gobiernos municipales, y después por las comunidades; pero esto no siempre es tan sencillo por la falta de recursos e inversión en esta área.

Director del Senamhi, Hugo Mamani, en conferencia de prensa el 24 de marzo del 2025. En La Paz. Foto Sergio Mendoza.
Hugo Mamani, director del Senamhi, en conferencia de prensa. Foto: Sergio Mendoza.

De la misma opinión es el director del Senamhi, Hugo Mamani, quien dice que “la información que esta instancia produce debe ser tomada por los actores locales. No quedarnos en la reacción, sino en la prevención”.

Para él, un elemento esencial para evitar estos desastres es detener la pérdida de cobertura vegetal y fomentar campañas de plantación de árboles, aliados clave en la protección del medioambiente, que incluye a las poblaciones humanas.

No hay duda de que las inundaciones que los bolivianos han experimentando en esta época de lluvias están relacionadas a la actividad humana. “Están estrechamente relacionadas”, escribió la gerente de proyecto de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), Ana Lía Gonzáles, en un correo electrónico enviado a La Nube para este artículo. En las zonas urbanas y rurales las personas destruyen espacios de vegetación para construir sus viviendas o habilitar campos de cultivos, eliminando los mecanismos naturales de retención de agua.

Gonzales considera que se debe trabajar en acciones para reducir o mitigar los impactos de las inundaciones, como limpiar los desagües, realizar campañas de reforestación en lugares altos de una cuenca para que la vegetación reduzca el flujo de agua que corre por el suelo, evacuar a poblaciones en casos de emergencia, y adoptar sistemas de alerta temprana. “Las medidas de prevención no sólo son de infraestructura, sino también de ordenamiento territorial y hasta de información-educación ambiental”.

Incendios en Bolivia, 2024. Foto: ABI.

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