Vivir en plástico no es tan fantástico

En 1907, cuando Leo Baekeland creó un material plástico catalogado como “revolucionario” que marcó el inicio de la “era de plástico”, es probable que nunca hubiera imaginado que su creación llegaría tan lejos, para ser más precisos a nuestro cerebro.

Recientemente, la revista Nature Medicine publicó un estudio que concluyó que los datos actuales sugieren una tendencia al aumento de las concentraciones de micro plásticos en el cerebro y el hígado, ¿qué peligros representa para la salud?, todavía no existe certeza, pero lo que es claro es que no deberían estar ahí, su presencia no hace sino confirmar que nuestra interacción con este material ha llegado demasiado lejos.

Fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando el plástico aumentó su producción y las innovaciones alrededor de él le dieron la vuelta al mundo, convirtiéndolo en un material cada vez más requerido y usado por la industria pues resultaba barato y versátil.

Hoy en día, si lo reflexionamos a profundidad, puede resultar imposible vivir una vida libre de plástico, está presente en nuestro consumo, desde nuestros alimentos hasta la tecnología de la que dependemos, en el medio ambiente, desde el aire que respiramos hasta lo profundo del mar, ya no podemos apartarlo de nuestra cotidianidad.

No tenemos escapatoria, el plástico y la humanidad ya son inseparables y el panorama no hace otra cosa que agravar la situación, en un contexto de “uso y desecho”, todo es descartable, lo que ha elevado el consumo del material a un punto preocupante y sin retorno.

En un escenario ficticio, si el día de mañana se decidiera prohibir el uso del plástico en todo el mundo y detener la producción de lo que con él se puede hacer, ¿sería esta una forma de librarnos?, la respuesta es que no, pues una de las características de este elemento es que no “desaparece”, se descompone en partículas que viajan a través del aire, el agua y la tierra para regresar a nosotros.

Los problemas que hoy rodean a la contaminación del plástico no discriminan, y afectan a cada ser humano y especie viva del planeta, la gravedad de este asunto supera por mucho nuestra capacidad de acción; y en contra de lo que dice la canción, una vida en plástico no es fantástico y estamos cada vez más cerca de descubrir el porqué.

Desde una visión positiva, es factible pensar que eventualmente encontraremos formas de lidiar con las consecuencias, siempre y cuando demos el primer paso para reconocer que tenemos un problema más grande de lo que pensamos, por lo pronto el panorama no es tan alentador y apunta a que próximos estudios médicos advertirán sobre las consecuencias de la presencia de este material en nuestros órganos y ojalá no sea demasiado tarde.

Por ahora nos queda cuestionar nuestros hábitos de consumo, las opciones disponibles en el mercado y lo que decidimos hacer al respecto.

La botella de vidrio de la que bebo el agua (seguramente con algunos micro plásticos incluidos) mientras escribo este artículo no cambiará el mundo, pero me ha invitado a pensar y preguntarme: ¿cómo dejamos que esto llegue tan lejos?…

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