De Buscando a Memo a las redes sociales: El pez que apagó las noticias y prendió el internet

En un mundo donde las noticias de peso tienden a ser opacadas por fenómenos virales, el reciente avistamiento de un pez abisal en las costas de Tenerife se convirtió en un tema de conversación global, pero curiosamente lo hizo a costa de eventos mucho más relevantes que estaban ocurriendo en paralelo. Mientras los gobiernos de Estados Unidos y Rusia discutían el futuro de la guerra en Ucrania, en Medio Oriente se libraban conflictos bélicos, y países de todo el mundo lidiaban con inflaciones alarmantes y crisis internas, lo único que parecía preocupar a una buena parte de la población era el destino de un pez salido de lo más profundo del océano.

Este fenómeno, que comenzó como una simple noticia científica, rápidamente tomó vuelo en las redes sociales. Los usuarios de plataformas como X, Facebook, TikTok e Instagram comenzaron a inundar los espacios digitales con teorías, memes y reflexiones sobre el evento. El pez, emergido de lo más profundo del mar, rápidamente absorbió la atención mundial y desvió la mirada de las tragedias y crisis más graves. La importancia de este suceso, algo tan curioso y fuera de lo común, fue capaz de eclipsar noticias internacionales cruciales, haciendo que todo el mundo hablara de un pez abisal, pero poco o nada sobre las guerras, la inflación o los desastres naturales.

La primera reacción fue una mezcla de asombro y especulación. Para muchos, este evento no era un simple avistamiento, sino un mal presagio, un símbolo de lo que estaba por venir. En TikTok y otras plataformas, comenzaron a circular videos en los que se afirmaba que este era el “comienzo del fin”. Estas teorías apocalípticas lograron captar la atención de miles de personas, quienes no dudaron en compartirlas, pese a la falta de base científica. Sin embargo, a medida que la noticia se fue desglosando, la comunidad científica trató de aportar una visión más racional. Los expertos sugirieron que el pez pudo haberse desplazado a aguas superficiales debido a cambios en las corrientes oceánicas o alteraciones en la temperatura del agua, o incluso por una anomalía biológica del propio pez, que lo llevó a salir de su hábitat natural. Aunque la causa exacta sigue siendo incierta, lo que sí quedó claro es que el pez no apareció como parte de una señal de algún desastre, sino como un ser marino afectado por cambios en su entorno.

Esta imagen fue publicada por el usuario de Facebook, Kevin Camacho Krupp, con un día de diferencia entre la primera a la izquierda (9 de febrero) y la segunda a la derecha (10 de febrero). En ellas se puede apreciar como el usuario se burla de si mismo mediante los mensajes con un toque cómico.

Entre las teorías apocalípticas y las explicaciones científicas, también surgió una visión más romántica y filosófica del pez abisal. En las redes sociales, especialmente en los memes y las ilustraciones, el pez fue elevado a un símbolo de superación. Era el ser que, tras vivir toda su vida en las profundidades del océano, decidía salir a la superficie, ver el mundo exterior, enfrentarse a lo desconocido. Se convirtió en una metáfora del “salir de la zona de confort”, en un ejemplo de valentía ante lo desconocido. Los memes, llenos de mensajes de empoderamiento, mostraban al pez disfrutando de un atardecer, como si hubiera cumplido su destino, alcanzado la paz. Incluso surgieron poemas que celebraban al pez como un héroe, como un ser que, por fin, se liberaba de la oscuridad para ser testigo de algo más grande.

Por otra parte, a lo largo de su viralización, muchos se burlaron de su aspecto, catalogándolo como “feo” y una aberración de la naturaleza. Pero, paradójicamente, otros lo comenzaron a valorar justamente por esa “fea” apariencia. Esta contradicción se trasladó también al mercado, donde los peluches del pez abisal, que brillan en la oscuridad y vienen en varios colores, se convirtieron en una sensación. Su aspecto extraño, aunque en principio motivo de burla, se transformó en su mayor atractivo. Estos peluches, de un tamaño de entre 30 y 50 cm, y con un precio aproximado de 500 a 600 pesos mexicanos (aproximadamente 200 Bs.) comenzaron a desplazar a los ya populares capibaras, convirtiéndose en el nuevo ícono de la cultura viral.

Lo curioso es que este pez abisal no es un extraño recién llegado al mundo de la cultura popular. De hecho, hizo su aparición en la película Buscando a Memo, lo que añade una capa más a su historia, vinculándolo de alguna manera con el imaginario colectivo y subrayando su longevidad mediática. Sin embargo, lo que muchos no sabían es que este “pez” no era el, sino era ella, una hembra de tamaño pequeño, entre 4 y 6 cm, que ya se encontraba deteriorada y ciega al momento de ser filmada por un buzo en Tenerife y que, a pesar de las especulaciones románticas sobre sus “últimos momentos” buscando el atardecer, la realidad del pez abisal es mucho menos poética, pues estaba lejos de ser el héroe de su propia historia.

Este suceso, como tantos otros antes, nos muestra cómo un hecho que, en su origen, podría haber sido considerado una curiosidad científica, rápidamente se transforma en un espectáculo mediático. Las redes sociales y el marketing explotan estos momentos, generando especulaciones y reacciones que, aunque en principio nos parecen profundas, al final terminan siendo superficiales y desechadas rápidamente. Como sucedió con las tunas en Bolivia, el pez abisal es un claro ejemplo de cómo un evento se distorsiona, se convierte en algo más grande que su verdadera esencia y se termina banalizando hasta quedar en el olvido.

Y así, sumándome a la moda poética que despertó esta viajera del mar, quiero cerrar este texto pensando que, mientras el pez abisal emergía de las profundidades, dejando atrás la oscuridad que lo vio nacer, nosotros también lo seguimos, fascinados por su brillo fugaz. Pero, ¿qué dejamos en las sombras al hacerlo? Como él, nos alejamos de lo denso, de lo incómodo, de lo real. Nos aferramos a lo que destella en la superficie, a lo efímero, mientras bajo nosotros se agitan tormentas, guerras, crisis que ignoramos por un instante de distracción. Y así, como el pez, cegados por el resplandor de lo viral, nos alejamos demasiado de la profundidad… hasta que nos alcanza el final.

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