El boom de las tunas: lo que aprendimos de un simple cactus

En las últimas semanas, un curioso fenómeno ha capturado la atención pública en Bolivia: las tunas, esas frutas jugosas y coloridas que crecen en los cactus, se han convertido en protagonistas de un intenso debate. Lo que comenzó como un incidente local pronto se transformó en un tema de conversación nacional, con implicaciones sociales, culturales y comerciales que invitan a reflexionar.

El detonante de esta historia fue un suceso ocurrido en un área pública de Achumani, donde una mujer de tercera edad y un niño fueron agredidos verbalmente por dos vecinos mientras cosechaban tunas que crecían en un espacio público de esta zona paceña. Este hecho, grabado y difundido ampliamente en redes sociales, desató una ola de indignación. La respuesta colectiva no tardó en llegar: se organizó apoyo para la mujer, quien recibió donaciones materiales de instituciones como la policía y el ministerio, además de regalos por parte de ciudadanos solidarios, visibilizados en canales de televisión nacional. Sin embargo, también se generó un debate sobre los límites de la exposición pública, ya que la constante presencia mediática de la mujer y su historia planteó preguntas sobre cómo se debe manejar la privacidad y la dignidad de las personas involucradas, sin correr el riesgo de revictimizarlas. Paralelamente, otro aspecto inquietante fue la «funa» que se hizo contra los agresores. Sus datos personales, como nombres, profesiones, direcciones y números telefónicos, fueron difundidos en redes sociales, exponiendo su integridad y generando riesgos que también merecen ser analizados con cuidado.

Wilmer Machaca, de los Jicchas, describió el caso como un ejemplo de cómo un hecho indignante puede transformarse en un espectáculo mediático y digital, impulsado por redes sociales, medios y figuras públicas que priorizan la autopromoción sobre la empatía genuina. Según él, las reacciones inmediatas en redes fomentaron el escarnio y acciones superficiales, como donaciones grabadas o eventos mediáticos como el «Tuna Fest», que ignoraron problemas estructurales como el racismo y la desigualdad. Este fenómeno refleja cómo las causas sociales pueden ser explotadas para intereses personales, banalizando la solidaridad y exacerbando divisiones sociales.

Mientras tanto, las tunas pasaron de ser una fruta tradicional a convertirse en un inesperado fenómeno comercial. Supermercados como Hipermaxi ofrecieron descuentos especiales, restaurantes comenzaron a incluirlas en sus menús, y redes sociales se llenaron de publicaciones sobre sus beneficios. Incluso se crearon anuncios publicitarios centrados en esta fruta, aunque en muchos casos de manera forzada, reflejando cómo la publicidad tiende a abrazar lo inmediato, dejando de lado propuestas más elaboradas y sostenibles. Además del ya mencionado TunaFest, otras figuras mediáticas y artísticas como Javicho Soria y Saxoman llevaron el tema a la cultura popular. Sin embargo, esta fiebre por las tunas también tuvo un impacto ecológico preocupante. Las cosechas masivas que se pretendían organizar para “dar una lección”, amenazaron con poner en riesgo la biodiversidad de las regiones donde crecen los cactus, afectando tanto a la flora como a la fauna, sobre todo de las aves locales.

Este fenómeno no solo evidenció tensiones ecológicas, sino también sociales y regionales. Inicialmente percibido como un reflejo de actitudes clasistas y racistas en la zona de Achumani, el caso pronto se extendió, llevando a una narrativa que generalizaba estas actitudes como propias de los habitantes de La Paz. Esto contrastó con la percepción de que otras ciudades como Cochabamba o Santa Cruz serían inmunes a este tipo de comportamientos, abriendo un debate sobre los estereotipos y prejuicios que persisten dentro del país.

Es crucial reflexionar sobre cómo los temas sociales pueden ser transformados por la mediatización y la comercialización, y cómo estas respuestas pueden perpetuar problemas en lugar de resolverlos. La exposición pública de las víctimas, aunque motivada por intenciones solidarias, debe manejarse con extrema sensibilidad y respeto por su privacidad para evitar aumentar su vulnerabilidad. Asimismo, es necesario replantear el enfoque hacia estos temas para garantizar que se aborden con seriedad y responsabilidad, preservando tanto su significado original como el equilibrio ecológico y social.

Al final, las tunas, con su sabor dulce y refrescante, se han convertido en mucho más que una fruta: son un símbolo de cómo las pequeñas historias pueden desencadenar grandes reflexiones. Pero también nos recuerdan que, muchas veces, estos temas pueden desatar debates apasionados y complejos, con el riesgo de perdernos en la esencia del problema y banalizarlo. Y aunque esta historia comienza con un cactus en Achumani, nos invita a mirar más allá, hacia cómo podemos construir una sociedad más consciente y equilibrada. ¿Qué haremos la próxima vez que un tema cotidiano capture nuestra atención?

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