Llegó el cierre de año, lo que representa una oportunidad para hacer un análisis de cómo cerramos la presente gestión en el ámbito turístico. Bolivia es un país con una riqueza cultural y natural incomparable; sin embargo, venimos enfrentando una serie de desafíos que han limitado el desarrollo y fortalecimiento del turismo, afectando nuestra capacidad de aprovechar el potencial como destino a nivel global.
Como primer punto, tenemos la escasez de dólares, lo que ha afectado la capacidad de las empresas turísticas para operar con normalidad, debido a las dificultades para acceder a divisas extranjeras, realizar pagos internacionales o adquirir insumos importados, así como la limitación para adquirir pasajes aéreos de líneas internacionales.
En segundo lugar, la limitada conectividad aérea. El país tiene pocas aerolíneas internacionales que operan en el territorio, lo que dificulta el acceso directo de turistas extranjeros. El Aeropuerto Internacional El Alto, el principal punto de ingreso turístico, está cada vez más afectado, ya que las rutas aéreas internacionales disponibles son costosas y poco frecuentes, lo que limita el flujo de visitantes internacionales y nos hace menos accesibles en comparación con otros destinos turísticos de América Latina. Además, esto genera constantes limitaciones de operación para las escasas líneas aéreas que operan actualmente en el país.
El ingreso por vía terrestre también es igual de engorroso, con personal deficiente en capacitación e idioma, cuyo único fin parece ser evitar el ingreso de turistas a nuestro país, generando una experiencia poco agradable en general.
A pesar de contar con destinos turísticos excepcionales como el Salar de Uyuni, el Lago Titicaca, los parques nacionales, entre otros, no hemos logrado posicionarnos eficazmente en el mercado global. La falta de una estrategia de promoción consistente ha generado que vayamos perdiendo mercado y relevancia como destino, lo cual es irónico, ya que La Paz ha sido mencionada como un destino importante en reportajes y, en el ámbito gastronómico, contamos con reconocimientos internacionales importantes; sin embargo, no estamos aprovechando esta visibilidad.
La minería ilegal y la quema de bosques son dos factores que afectan tanto al medio ambiente como a la actividad turística, ya que las comunidades que se dedican al turismo en muchos casos han perdido parte importante de sus territorios, hogares, producción y generación de economía.
Por último, los constantes conflictos sociales generan una imagen de destino inseguro, y esto es respaldado por las alertas emitidas por diversas embajadas a sus ciudadanos, lo que permite que otros destinos se beneficien de esta situación.
Haciendo un análisis final de toda la situación actual que estamos atravesando, cabe cuestionarse: si somos un sector estratégico para el país, como lo menciona la CPE y el PDES, además de escuchar en varios ámbitos el potencial turístico que tiene el país, ¿por qué nuestra realidad es otra? Al final de un nuevo año, no se ha avanzado en ninguno de los puntos primordiales para generar el impulso al turismo que tanto escuchamos, a tal punto que seguimos esperando la instalación del Gabinete de Turismo.
Con esto no deseo ser una voz de queja ni desazón, sino que el fin es hacer entender que se precisa trabajar de manera conjunta en algunos temas que requieren intervención pública, y en otros aspectos, brindar las condiciones mínimas para que el sector privado pueda seguir adelante y demostrar que el turismo sí es una actividad económica importante y sostenible para nuestro país.