Fotografías: Sergio Mendoza
En el municipio de Loreto, al sur del departamento del Beni, 13 parabas barba azul que llegaron hace casi dos meses desde Estados Unidos aguardan su turno para ser «la salvación» de su especie. Sus padres, o quizás sus abuelos, fueron secuestrados de su hogar endógeno hace ya varias décadas para ser vendidos hasta por $us 5.000 la pieza en el extranjero, un lucrativo negocio que sumado a otras acciones humanas ha mermado la población de estos loros únicos, orillándolos a la paupérrima cifra de 600 individuos, aunque hay estimaciones menores.
Su reducido número y los riesgos que enfrentan ponen a estas aves en “peligro de extinción crítico”, o riesgo de desaparecer por completo de la naturaleza, dice Rafael Mounzón, director de de la Fundación Conservación Loros Bolivia (CLB), mientras nos dirigimos en un surubí hacia el centro de custodia que esta organización tiene en el municipio de Loreto, a 25 kilómetros de Trinidad.
Existen tres niveles para clasificar el riesgo de desaparición de una especie antes de que ésta se extinga por completo, explica Mounzón: peligro de extinción, peligro de extinción crítico, y extinto en la naturaleza. Un cuarto nivel sería extinto por completo. Así que en el caso de las parabas barba azul, “estamos a un paso de que desaparezcan de la naturaleza”, afirma.
Estos loros son endémicos de Bolivia, más precisamente del Beni. Es decir que no existen ni pueden existir en otro rincón del mundo en estado natural debido a su comportamiento y hábitos alimenticios. No fabrican sus nidos, sino que aprovechan hoyos naturales que se forman en los árboles para poner sus huevos, y comen principalmente motacú y totaí, frutos de palmeras amazónicas.
La presencia de los 600 individuos que aún sobreviven en el Beni (la cifra es según datos de la Asociación Civil Armonía) ha sido registrada en municipios como Santa Ana, Santa Rosa, San Ramón, y Loreto. Éste último es el más monitoreado por CBL debido a las facilidades de acceso y a la creación del Área Municipal Protegida Gran Moxos, que en 2017 surgió como una necesidad de proteger el hábitat de la barba azul y otras especies en peligro.
Las 13 aves que permanecen en cuarentena, a la espera de la autorización del SENASAG para su traslado a otras áreas del centro de custodia, solían ser 14. Llegaron a fines de septiembre desde Estados Unidos, después de pasar también por un proceso de cuarentena que evite cualquier contagio indeseado. Un loro macho se ahogó, quizás con el alimento.
Mounzón explica que las barba azul son conocidas por tener un solo amante para toda su vida, que puede ser tan larga como la de un ser humano. Se cree que estas aves que regresaron a sus orígenes son descendientes de las que fueron originalmente traficadas al extranjero. Aunque la capacidad de sobrevivir en este entorno selvático -con temperaturas superiores a los 30 grados, mosquitos que acechan como vampiros, y toda clase de depredadores naturales- está en sus genes, estas parabas no serán liberadas. Por su vida de reclusión no se las cree aptas para prosperar si no es dentro de una jaula, donde tienen refugio y alimento diario. Pero es posible que sus descendientes sí lo logren.
“Esto es algo excepcional, nunca se ha repatriado algo, se ha reproducido, y se ha liberado. Este sería el primer proyecto que se realiza de esta forma”, dice Mounzón.
Por el momento, a las parabas no se les tiene permitido tener progenie ni siquiera para que permanezcan en cautiverio, de acuerdo a protocolos de seguridad.
El director general de Biodiversidad y Áreas Protegidas, Omar Osco, señaló que aún no se aprobó el plan de CLB de acrecentar la población existente de barbas azules con crías engendradas en cautiverio, aunque reconoce que existe una “buena posibilidad” de que esto así ocurra. Dependerá de una evaluación minuciosa de los costos y beneficios de seguir esta idea, ya que en algunos casos la sola preservación de las aves que ya están en libertad para que continúen reproduciéndose resulta más provechosa que liberar nuevos especímenes que nacieron en cautiverio, explica Osco.
De hecho, organizaciones como Armonía y expertos en aves han cuestionado este plan debido al riesgo de introducir enfermedades en la población silvestre de parabas, lo cual afectaría el esfuerzo que se ha realizado para su preservación y multiplicación.
Un artículo de Armonía publicado en marzo de 2024 señalaba que los esfuerzos realizados hasta el momento han permitido elevar el número de parabas barba azul de 455 individuos en 2015 a 600 en la actualidad. Asimismo, señala que estos proyectos de repoblamiento deberían ser monitoreados por un comité de expertos que involucre a todos los actores conocedores de la materia y considerados sólo en caso de que las otras acciones no estén dando resultados.
“Este enfoque debería ser considerado sólo como último recurso, a implementarse únicamente si otras estrategias de conservación han fracasado o se han vuelto insostenibles”, sostuvo Tjalle Boorsma, director de Proyectos de Conservación de la Asociación Armonía, según el mencionado artículo.
“Después de la destrucción de su hábitat, la segunda amenaza más grande para la paraba barba azul es la liberación de individuos criados en cautiverio, poniendo en riesgo la población silvestre”, agregó Boorsma.
Apoyo de Estados Unidos
Desde agosto de este año, el Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas de los Estados Unidos trabajó junto al SENASAG en un protocolo que permita la repatriación de parabas barba azul de aquí en adelante.
“Nuestro Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas ha colaborado con SENASAG en Bolivia y con el Ministerio de Medio Ambiente y Agua para que estos animales regresen con los certificados necesarios y las garantías de salud. Estas 14 aves que hemos repatriado de Estados Unidos pueden hacer un gran trabajo en aumentar el número de parabas barba azul en el Beni, que es su único hábitat natural en el mundo”, manifestó Debra Hevia, jefa de Misión de la Embajada de Estados Unidos en Bolivia.
Hevia realizó una visita al centro de custodia en Loreto el 17 de noviembre, como parte de una serie de encuentros en el marco del aniversario del Beni. Después de observar a las aves que llegaron desde el país del norte, Hevia manifestó su alegría “de ver a las aves sanas y salvas adaptándose al Beni, después de ser criadas en cautiverio”.
La travesía de las parabas para volver a su lugar de origen comenzó con una cuarentena en Florida, Estados Unidos, donde se les realizaron análisis sanitarios e incluso genéticos para evitar problemas endogámicos al momento de la reproducción, explicaron funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Bolivia.
Para que esto se haga realidad, los gobiernos de Bolivia y Estados Unidos firmaron a fines de agosto un acuerdo que abre la puerta a futuras “repatriaciones” con requisitos permanentes.
A la espera
Las 13 aves que llegaron se sumaron a otras 18 que también regresaron producto de las gestiones realizadas por la CLB. En 2013 llegaron cinco de Inglaterra, en 2023 ocho de Canadá, y otras cinco desde Inglaterra a principios de este año.
Las aves se encuentran en amplias jaulas. No pueden ser liberadas, pues su estado de cautiverio las condenaría a la muerte en la vida salvaje, donde son amenazadas por depredadores naturales como reptiles u otras aves de mayor tamaño, o por la misma mano del hombre, que si bien ya no las captura para el tráfico ilícito sí invade sus territorios con fuego y hacha para expandir su ganado o sus cultivos.
Sus crías; sin embargo, sí podrían tener una oportunidad.
En caso de que el Gobierno boliviano apruebe los planes de procreación en cautiverio para el repoblamiento de parabas en la vida salvaje la suerte de estas aves podría cambiar. Nuevas jóvenes parabas podrían surcar los cielos benianos en menos de un año. Sin embargo, el verdadero éxito, según Mounzón, será alcanzado cuando los liberados tengan sus propias crías en los bosques, y no al interior de una jaula.