Los incendios desde la perspectiva de los inocentes

Nada más cruel que la masacre a la que hemos sometido a los animales que habitan nuestros bosques, impulsados por la ambición, unos pocos han acabado con la vida de miles de inocentes que hoy se ven reducidos a las cenizas que respiramos.

En nuestro intento constante de reafirmar nuestra superioridad por sobre otras especies, nos sentimos dueños no solo de sus hogares sino también de sus vidas, arrasando con todo aquello que nos permita alcanzar la idea de “desarrollo” por la que hemos guiado nuestros pasos y decisiones.

Millones de hectáreas se perdieron en las llamas, éstas representaban, no solo una parte vital del ecosistema y del equilibro de los procesos naturales, sino también el hogar de especies nativas que, indefensas, tuvieron que morir, ¿y todo para qué?…

Normativas desactualizadas, corrupción y sanciones que rozan lo ridículo han sido los cómplices perfectos para que la agroindustria, la ganadería y otros grandes negocios hagan de nuestros bosques lo que se les antoja año tras año, sin ninguna consecuencia, al contrario, exigiendo que se les permita seguir con su expansión, porque al parecer es su “derecho” el de disponer sobre los bosques y la vida en ellos.

Todo este contexto no es nuevo, viene sucediendo cada año en mayor medida y es evidente que todavía no hemos comprendido la gravedad de la situación y las implicaciones de estos actos que suponen un atentado directo para el patrimonio natural del país. Cada animal fallecido era una parte fundamental de un ecosistema que solo puede sostenerse en tanto y en cuanto se preserve lo que en él habita, cuando le provocamos un daño tan irreparable como el que han provocado los incendios, no será una sorpresa esperar que este acto se sume a otros para provocar un mayor desequilibrio en la interacción de elementos naturales que confluyen para que, el agua y los alimentos lleguen a nosotros. Todo esto tendrá más sentido cuando las consecuencias del cambio climático sean cada vez más evidentes y sean la causa de problemas aún mayores como la seguía y la inseguridad alimentaria.

A quien escribe el presente artículo, no le quedan palabras para expresar el dolor de la masacre que presencia y les advierte que, tarde o temprano pagaremos cada una de esas pérdidas con un precio muy alto.

Que el luto por nuestras especies nos toque el corazón y nos llame a una profunda reflexión sobre las prioridades del pueblo boliviano.

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