Yenny Escalante y Sergio Mendoza
Enclavado en la Amazonía boliviana, una de las regiones más diversas del planeta, el municipio de Ixiamas, del departamento de La Paz, enfrenta un asedio implacable de la caza y pesca indiscriminadas y la deforestación generada por las empresas madereras. La devastación paulatina de este paraíso natural no sólo pone en riesgo la riqueza ecológica de la zona, sino que también amenaza la vida de sus habitantes y su futuro.
Es poco más de las 10 de la mañana y, junto con un grupo de pobladores defensores de la naturaleza, recorremos sendas en medio de un bosque invadido, a unos 10 kilómetros del pueblo mismo de Ixiamas. Los árboles centenarios, que alguna vez se alzaban majestuosos, ahora yacen abatidos, víctimas de la voracidad de las empresas madereras. En medio de un mar verde hay islas de árboles caídos y otros que están marcados con pintura en espray para su destino final. La tierra removida de los caminos abiertos con tractores cae sobre los manantiales que suministran de agua a las familias ixiameñas, contaminándolos.
Ixiamas es uno de los dos municipios que forman la provincia Iturralde, del departamento de La Paz. Es parte de la Parque Nacional Madidi, tiene una superficie de 36.750 km2, y cuenta con una población aproximada de más de 9.000 habitantes, según el censo del INE de 2012.
En medio de la plaza principal se alza la escultura de un indígena tacana, pues dicha región albergó a esta cultura durante siglos. “Ese es mi ancestro”, dice Ignacio Ángelo Racua, presidente del Consejo Indígena Tacana y defensor del medio ambiente. Recuerda que, cuando era niño, usaban arco y flecha y con los pies descalzos se internaban en la selva para cazar y obtener su alimento diario.
Hoy esa realidad ha cambiado e Ixiamas es conocida por su vocación maderera. No obstante, no hay un sistema adecuado de reforestación y control, lo que ha llevado, poco a poco, a que se ingrese a zonas prohibidas como los parques municipales y la zona de amortiguamiento del Madidi.
“Los nuevos comunarios que han entrado son los de la TSO Macahua, y ellos están extrayendo la madera a través del camino que ha hecho una empresa privada. Lo que más duele es la afectación a los ojos de agua, están dañando el medio ambiente, porque no está bien que vengan a sacar la madera y contaminen el agua”, refiere el secretario de la comunidad Bajo Satariapo, Isaac Choque Quispe, quien presentó denuncias escritas y verbales a la Alcaldía, al Concejo Municipal y a la ABT Regional Ixiamas sobre esta situación.
En este sector de Bajo Satariapo, a 10 kilómetros del pueblo, árboles de más de un metro y medio están tumbados en el suelo. Si se lo permite, el bosque tardará cientos de años en recuperarse y volver a erguirse para ser el hogar de aves y mamíferos silvestres que hoy, han sido desplazados a zonas más alejadas. El sector es parte de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Madidi y de un área protegida municipal.
De la mano de la deforestación, está la contaminación. Mientras caminamos observamos botellas de refresco, de alcohol, bolsas plásticas, envases de jabón, vasos plásticos, ollas de metal, y otros objetos que los taladores de árboles han dejado en sus campamentos improvisados. Éstos precarios asentamientos humanos parecen abandonados, pero en realidad sólo están vacíos por el fin de semana.
En el trayecto, llegamos a un camino abierto con maquinaria pesada. El suelo ya no es firme, en algunas partes el polvo está suelto, y en otras, hay barro y lodo. A más de 30 grados, el sol nos golpea con sus potentes rayos, no hay árboles que hagan sombra.
“Sigo con gran dolor al ver toda esta depredación (…) Es un daño irreparable que nos están causando”, lamenta el tacana Ignacio Racua a un costado del camino.
La devastación de estos bosques no sólo afecta a las personas en el suministro de sus recursos hídricos, sino que altera al hábitat de los animales e incluso actividades económicas más sostenibles, como el turismo ecológico.
“Yo siempre venía con turistas y veíamos todo tipo de animales. Había monos y pavas, ahora con toda esta depredación de los árboles ya no se escucha a los animales, sólo veo volar a las mariposas. Es un daño irreversible”, lamenta el comunario Elmer Chocanapi, quien hacía recorridos con los visitantes hacia unas cascadas por senderos prístinos que ahora están destruidos por la deforestación.
Caza de monos y comercio ilegal de huevos de tortuga
El municipio de Ixiamas alberga una abundante y diversa fauna. Sus bosques húmedos y sabanas sostienen una rica biodiversidad, con aproximadamente 240 especies de mamíferos, 1.158 especies de aves, 112 especies de reptiles, 110 especies de anfibios, y más de 296 especies de peces en los ríos Beni, Madidi, Madre de Dios y sus afluentes.
Entre las especies que viven en Ixiamas y sus alrededores está el mono araña, también conocido como marimono, un animal muy acechado por cazadores, principalmente, durante la segunda mitad del año.
“En esta época los marimonos están gordos y es una carne apetecida por la región amazónica. Vienen caravanas de camionetas, y como la Alcaldía no tiene una unidad de control, nadie dice nada. Ellos entran con sus armas, cazan, y se lo llevan para el lado de Rurrenabaque. Me dicen que es muy baja la densidad de procreación de los monos araña, y si matan a las madres, prácticamente está destinada a desaparecer esta especie”, dice David Escoba, docente de Turismo del Instituto Técnico Amazónico de Ixiamas y miembro de la Plataforma en Defensa de las Áreas Protegidas de Ixiamas.
En agosto se presenta otra amenaza: la recolección ilegal de huevos de peta (tortuga). Hay grupos de personas que se llevan entre 30.000 a 40.000 huevos con rumbo a Riberalta, Beni, y ahí cada huevito es vendido a Bs 2 ó Bs 3, agrega Escoba, quien además pide que las autoridades instalen controles en los ingresos a las áreas protegidas municipales y nacionales.
A esto se suma la pesca indiscriminada. Según Escoba, como los peces del río Beni están contaminados con mercurio, producto la minería aurífera, los pescadores voltearon su mirada hacia el río Madidi, de donde extraen pacú, surubí y otros sin control alguno.
“Da pena Ixiamas, ahorita tenemos toda la biodiversidad, pero nos están perforando y no podemos hacer nada más que protestar”, señala el docente ixiameño, quien a su vez pide que alguna organización no gubernamental o los mismos guardaparques aumenten los controles en la zona del Alto Madidi, parte del área protegida que lleva el mismo nombre.
Frente a esta situación nace la Plataforma de Defensa de la Áreas Protegidas de Ixiamas, con el objetivo de hacer frente a las vulneraciones de las leyes y los derechos del medio ambiente y de las personas que viven en esta región amazónica del país.
Su representante, Paola Guerra, quien le hace honor a su apellido, cuenta que la plataforma se creó desde hace cuatro años, aproximadamente, y tienen más de 40 personas como voluntarios. “Somos una organización sin fines de lucro, somos personas que tenemos como prioridad en nuestra cabeza, en nuestra alma y nuestro corazón cuidar nuestro bosque, porque ese ese es el futuro no sólo mío, de mi familia o de Ixiamas, sino es el futuro de todo el mundo”.