Hace unas semanas asistí a una charla en la que un periodista del diario estadounidense The Washington Post explicaba los logros del medio al tener periodistas que trabajan en equipo. “La credibilidad del medio nace de los periodistas que piensan en lo que la gente necesita saber, no en lo que el periodista quiere mostrar”, dijo. Luego concluyó: “A veces, el ego juega en contra de la finalidad misma de nuestra labor”.
De esa intervención rescato dos cosas importantes que tienen un significado particular en Bolivia: el trabajo en equipo y el ego.
Por un lado, cuando me refiero al trabajo periodístico que se traduce en reportajes, crónicas y otras notas, o la publicación de ediciones especiales que apuntan a un tema determinado, debo decir que en las últimas semanas dos medios digitales se destacaron por el contenido y profundidad de sus investigaciones, las cuales se basaron en una labor comunitaria de sus reporteros y editores.
Sin embargo, una labor en equipo va más allá y no necesariamente al tema editorial. Y me refiero claramente a la poca organización y acción de los periodistas frente a injusticias en contra del gremio, a la tibieza que tenemos cuando debemos reclamar nuestros derechos profesionales y laborales, al silencio frente a las condiciones paupérrimas en las que nos ponen a trabajar, entre otros puntos.
Nosotros, los periodistas, compartimos muchas afinidades y costumbres, todos en algún momento vivimos tiempos de bonanza y tiempos difíciles; no obstante, cuando se trata de actuar en conjunto parecería que aplicamos la famosa “vista gorda” o el de decir “mientras no me toque, guardo silencio”. Un silencio que a veces (o muchas veces) resta más que suma.
Nos hemos acostumbrado a quedarnos callados ante las condiciones laborales que nos ofrecen, muchos hemos trabajado años en lugares no aptos para una redacción o una empresa comunicacional, bajo presiones de todo tipo e incluso con sueldos que no iban acorde a nuestro trabajo. A la hora de reclamar nuestros derechos, lo hicimos y lo seguimos haciendo con una tibieza que no es digno de un periodista.
Por otro lado, el ego, que particularmente creo que es el “pecado” más grande de un periodista, lo califico como esa intención y objetivo a la vez de querer ser el centro de atención siempre ante cualquier suceso y lamento decir que de esos periodistas se ve todavía en las filas, la gran mayoría de la vieja escuela. Aunque, felizmente, no son todos.
El ego se traduce muchas veces en que somos individualistas, nos cuesta aceptar que hay mejores que nosotros, nos cuesta llevar adelante un trabajo comunitario porque, si ganamos un concurso, queremos brillar solos, entre otros ejemplos. Y, además, ese ego se camufla en esa intención de aparentar empatía, solidaridad y buenas intenciones cuando en realidad es todo lo contrario.
Las nuevas generaciones de periodistas nos están enseñando silenciosamente la humildad y cómo se logra éxito con un trabajo en equipo. He trabajado con jóvenes que desde un principio han sabido lo que es un periodismo comunitario, alejados totalmente de intereses personales hoy dirigen plataformas informativas digitales y juntos han logrado desde menciones, viajes, capacitaciones integrales hasta premios, lo cual me llena de orgullo.
Ellos siguen lo que ahora está en tendencia y aplican los medios más grandes del mundo. Por ejemplo, The Washington Post tiene un equipo específico para investigaciones a largo plazo, otro equipo de redacción para las notas de coyuntura, un equipo exclusivo para material de TikTok y otro de redes sociales, además de uno que revisa que el material y documentos sean creíbles y fidedignos.
Este 10 de mayo es el Día del Periodista Boliviano y no está mal hacernos una autocrítica para que abramos nuestras mentes y reconozcamos nuestros errores y nuestros aciertos para avanzar hacia nuestra verdadera misión: servir a la gente. Gracias a La Nube por darme este espacio para que siga escribiendo desde mi catarsis.