El cóndor necio y el dragón al acecho

Discurso leído en la Casa Museo Solón, el 4 de abril de 2024, durante la presentación del libro “El cóndor necio y el dragón al acecho”.

Juan Pablo Neri Pereyra

Antes de iniciar la presentación, me gustaría realizar algunos apuntes de contexto, que me parecen cruciales. Creo que no puede caber duda que ya estamos en un periodo de transformación profunda del sistema mundial. Es decir, no es que esa transformación va a llegar en el futuro, como vaticinaron tan reiteradamente intelectuales como Wallerstein, Amin o Arrighi. Ya estamos en ese momento. Por lo tanto, es urgente que nos detengamos a pensar ¿En qué consiste esta transformación? Y ¿Cómo nos afecta?

La hegemonía de occidente, entendido como un bloque y una alianza de potencias, se halla en un proceso de declive. Por ejemplo, la unidad europea, que era uno de los indicadores del final de la historia fukuyamista, está cada vez más en tela de juicio. En la actualidad, no existe un liderazgo europeo, como todavía ocurría hace un par de años con la figura de Angela Merkel. Personajes como Schulz o Macron quisieran ocupar ese lugar, pero esa es una causa que parece perdida. En contrapartida, no solo hay un resurgimiento de movimientos fascistas en el viejo continente, sino que también han vuelto a soplar aires de guerra. Llamados de los gobiernos a armarse y prepararse para una economía bélica, y la idea de reponer el servicio militar obligatorio. Todos acá sabemos cuál es el resultado plausible de esa combinación de factores.

Por otra parte, durante las últimas cinco décadas, por decir lo menos, la relevancia global de Europa dependió, casi plenamente, de una relación servil y subordinada con Estados Unidos. ¡Lógicamente! La recuperación del viejo continente, después de la WWII, fue posible gracias a una planificación colosal, dirigida expresamente a devolver a Europa su posición económica privilegiada. Sin embargo, esa posición económica privilegiada y dominante de las potencias occidentales ya ha sido ampliamente puesta en cuestión. ¿Cómo? Notablemente, a partir del ascenso económico y geopolítico de nuevas potencias. Principalmente, China e India, entre otras economías emergentes.

Ahora bien, esto no quiere decir que exista un proceso de sustitución entre cuál o cuáles serán las nuevas potencias dominantes. Eso es algo que debe quedar claro. Pero, el simple de hecho de que estas nuevas potencias menoscaben, en la práctica, el predominio geopolítico de las potencias occidentales, constituye una amenaza palpable para su hegemonía. Por ejemplo, la capacidad de China de promover flujos comerciales masivos que dejan de lado a occidente; el hecho de que estas potencias lograron controlar la mayor parte de la producción industrial; y la contestación fáctica de la denominada “Pax americana”, no solo a partir la incursión militar convencional de Rusia sobre Ucrania, sino también por la creciente presencia militar de China en el sudeste asiático. Todos estos elementos son indicadores claros del proceso de transformación al que me refiero.

Desde luego, Europa y Estados Unidos cargan con la mayor parte de la responsabilidad sobre este proceso. Por un lado, fueron los gobiernos de las principales potencias de este bloque, sobre todo Estados Unidos y Reino Unido, los que decidieron arbitrariamente, sin ningún fundamento económico serio, quebrar la relación Estado-Capital, para darle rienda suelta al segundo. Esto es lo que hasta el presente conocemos como “neoliberalismo”. En consecuencia, se produjo una migración de las actividades industriales hacia paraísos de superexplotación laboral, como lo fue y lo sigue siendo China. En ese contexto, China había decidido ingresar en la economía capitalista, pero lo hizo con la formula opuesta. Con un sistema en el que Estado y Capital tienen una relación rígida y planificada.

Por el otro lado, aunque este es un tema sobre el que no voy a ahondar ahora, las potencias occidentales decidieron abandonar por completo su legado histórico de valores y principios liberales, ilustrados y universales. Es posible argumentar que lo hicieron para promover intereses privados y para fortalecer su posición geopolítica. Pero esta es otra crisis, más de orden civilizatorio, que es fundamental examinar. La manifestación más brutal y abyecta de este abandono, es el infame genocidio que impulsa el Estado de Israel en territorio palestino en el presente, con el apoyo y el auspicio incondicionales de Occidente. Esta incursión es también un síntoma claro del declive de la hegemonía occidental. Esta preocupación fue expresada por el propio presidente de Estados Unidos y otros altos funcionarios europeos.

Nuevamente, con todos estos apuntes no es mi intención indicar que el poderío de estas potencias esté llegando a su fin. Simplemente, que existen elementos en la arena internacional, que lo están poniendo en cuestión. Por lo demás, el poderío norteamericano continúa siendo incontestable, tanto en términos militares, como económicos. Sin embargo, el hecho que estos cambios estén ocurriendo, en particular, el ascenso de nuevas superpotencias, como dijo Kissinger, constituye en sí mismo una amenaza para esta potencia y sus aliados. Y, como sucede con toda potencia imperial que ve su existencia amenazada, la respuesta solo puede ser una afirmación violenta de poder.

En este sentido, se pueden señalar algunas dinámicas que pueden resultar problemáticas en los siguientes años. 1.- las potencias occidentales, a la cabeza de Estados Unidos han iniciado una serie de políticas de reforma económica que son abiertamente anti-globalistas. Así es, los grandes paladines de la globalización, ahora intentan contenerla. 2.- las amenazas militaristas y bélicas que profieren las potencias europeas, para evitar la victoria de Rusia sobre Ucrania. En este caso, la oposición a Rusia es, para mí, el camino correcto, pero una escalada de este conflicto a nivel continental sería catastrófica. 3.- una vez más, el apoyo al genocidio en territorio palestino es un tema que pone en juego el destino de la humanidad moderna.

Estos son algunos temas del contexto que nos toca vivir, que me parece que son cruciales para cualquier análisis geopolítico y de relaciones internacionales. Nos toca atravesar un proceso que va a estar plagado de contradicciones. Si bien en el libro señalo que estamos ingresando en un mundo multipolar, eso es algo que puede tomar más tiempo y que, con seguridad, intentará ser contenido por las potencias occidentales.

Después de esa brevísima introducción, voy a realizar algunos apuntes sobre temas que son discutidos en este libro. Seguramente, a muchos les ha llamado la atención el título. ¿Por qué el cóndor necio y el dragón al acecho? En primera instancia, en lo que respecta al dragón, no me refiero a una amenaza de China. Ese juicio de valor se lo dejo a los think-tanks reaccionarios norteamericanos. Me refiero a un dragón sigiloso y paciente. Estar al acecho implica observar de manera cautelosa. Eso es lo que ha hecho China, durante las últimas décadas.

Desde luego, si eres un pescador filipino, o un patrullero fronterizo en Kashmir, la política exterior china no la experimentas como “al acecho”, sino como una amenaza frontal. Pero a nivel global o macro, la cimentación que lleva a cabo China de su posición geopolítica ha sido sobre todo paciente. Por ejemplo, otorgan créditos pacientes; no les interesa especular inmediatamente con los activos de otros países; tampoco consiguieron su posición económica ventajosa a partir de intervenir, colonizar y saquear, como lo han hecho las potencias occidentales, desde el siglo XVI, hasta ahora. Y, como aprendí de la tesis te Alejandro Zárate, el relato histórico que esta potencia promueve sobre su desarrollo es de muy larga data. Se remonta a 5000 años atrás, cuando inicia su historia imperial. Por lo tanto, también se proyecta en el largo plazo.

Dicho esto, salvo por la política cada vez más agresiva de China sobre su área de influencia directa, que es bastante lógica considerando que se trata de una potencia en ascenso; no existen indicadores concluyentes como para afirmar que esta potencia impulsa, en el presente, un proyecto de hegemonía global y de sustitución de las potencias occidentales. Sencillamente, se trata de una potencia que intenta afirmar una posición favorable y enfocada en fortalecer sus propias capacidades. Un objetivo pragmático y auto-centrado. En este sentido, la narrativa promovida desde occidente, sobre el peligro del ascenso de China, más que señalar una amenaza, son una cantaleta de potencias -sobre todo las europeas- que son cada vez más irrelevantes.

Ahora bien, esto no quiere decir que estamos ante una potencia benevolente. Lo que intento señalar es que ese enfoque pragmático y auto-centrado es también la manera en cómo China se relaciona con los demás países y regiones del mundo. Es decir, con el principal objetivo de seguir fortaleciendo sus capacidades y su desarrollo interno. Por el otro lado, ¿Qué sucede en el caso del cóndor, o sea, Bolivia?

Las dos críticas centrales que elaboro en el libro tienen que ver con 1.- el modelo de desarrollo boliviano y 2.- el enfoque de nuestra política exterior. Entre ambos temas, el primero es el que me parece más importante. Este es un tema sobre el que he insistido bastante, en discusiones, columnas y, desde luego, acá. Bolivia tiene la característica perniciosa de ser una economía de exportación y dependiente. ¿Qué quiere decir esto? Por un lado, que los sectores más importantes de la economía, en términos de generación de riqueza nacional, han sido y continúan siendo la extracción, producción y comercialización de bienes primarios. Por otra parte, esto significa que la mayor parte de los bienes de consumo acabados (autos, electrodomésticos, ropa, etc.) son importados. Ya sea por canales formales o informales.

Adicionalmente, estos grandes sectores vinculados con los bienes primarios, no son productivos, en el sentido de que, 1.- implican un proceso reducido de industrialización y 2.- en consecuencia, tienen una capacidad muy reducida de generar empleo formal. La mayor parte del empleo formal en Bolivia tiene que ver con el sector de comercio y servicios. Pero, lo mismo sucede en el caso del empleo informal que, incidentalmente, es el que mayor fuerza de trabajo moviliza, a través de arreglos laborales precarios o el extenso “cuentapropismo”. Es más, se puede realizar la inferencia lógica de que la mayoría de los medios de subsistencia de los bolivianos se desarrollan en la economía informal, precisamente porque somos una economía de exportación y dependiente.

Esto, a su vez, acarrea otras consecuencias. 1ro. La capacidad de recaudación del Estado es bastante reducida y, como el resto de la economía, depende del dinamismo de los mercados de los bienes primarios. 2do. Por esta razón, la capacidad redistributiva y de ejecución de políticas públicas de diversa índole, del Estado, también es bastante reducida. Eso explica que también exista una significativa dependencia en los fondos de cooperación internacional, la cooperación técnica y el trabajo de las ONG, por ejemplo, para cubrir los múltiples vacíos que deja el Estado. 3ro. Al ser una economía de exportación, otra característica perniciosa es la tendencia a la fuga de divisas. Ya sea porque los sectores que exportan de manera privada, como es el caso del agronegocio, deciden retener las divisas en el extranjero, en forma de ahorro individual, o convertirse en burguesías comerciales e importar bienes acabados. O, en el caso de los sectores públicos, como las exportaciones de hidrocarburos, todo el dinero generado es consumido rápidamente en: importaciones (notablemente, el subsidio a los carburantes); el gasto público y el pago de las obligaciones financieras que tiene el país. Incidentalmente, la 4ta consecuencia es el incremento sostenido de la deuda externa.

(De hecho, en lo que respecta al tema de las divisas, su principal destino es, o la especulación en mercados financieros externos, sobre todo en Estados Unidos; o la importación de bienes de consumo. En general, en cualquier lugar del mundo, a no ser que la economía este dolarizada, además de lo señalado, no tiene mucho sentido tener divisas extranjeras guardadas. A no ser, como sucede ahora en Bolivia, para esperar pacientemente el colapso, con la esperanza tonta de que vas a poder hacer algo con tus dólares después).

Ahora bien, esto no tiene que ver con el “socialismo” o el “comunismo totalitario del MAS”, como suelen vociferar algunos políticos y “líderes de opinión”. Todo lo que he descrito es una característica bastante duradera de la economía boliviana, que fue reforzada y consolidada durante el periodo de las políticas de austeridad del neoliberalismo. Así es. Cuando Bolivia negociaba la condonación de su deuda externa, por la crisis de deuda que estalló en los años 80, el FMI nos dijo, expresamente: “Está bien, les condonamos la deuda. Pero ustedes aplican una serie de políticas de austeridad, de privatización y, además de eso, se especializan en la producción y exportación de hidrocarburos”. Esta información se encuentra en los documentos de negociación de la deuda externa, que están publicados en la página del Banco Central.

Por lo tanto, considerando toda esta información ¿Cuáles fueron las grandes contradicciones del masismo durante los últimos 20 años? Por un lado, pretender impulsar un Estado benefactor, con amplias políticas sociales y de gasto público, sostenidas en el mismo modelo de economía de exportación especializada que nos fue prescrito por los organismos financieros multilaterales, como parte de las recetas de choque del neoliberalismo. Y, por el otro, seguir apostando por la economía de extracción y de exportación de bienes primarios, como fuente principal de recursos para el Estado. Incluso, a pesar de las promesas de industrialización y de sustitución de importaciones.

Entonces, si me han seguido hasta este punto, ¿Cuáles fueron los resultados? A.- Continuó la fuga de divisas, es decir la generación de mucho excedente sin acumulación de capital. Tanto en el sector privado, como público. B.- Consecuentemente, se incrementó la deuda externa, para sostener un gasto público que no tiene un correlato en la riqueza nacional. Insisto, no somos un país que crea riqueza, solo generamos excedente. Son dos cosas distintas. C.- Y, por lo tanto, llegamos al momento actual, estamos nuevamente en las puertas de un escenario de crisis de déficit fiscal y crisis de deuda externa. Ya nos vimos en esa situación en el pasado y, es simplemente lógico concluir que, mientras sigamos con el mismo de modelo de economía de exportación y dependiente, vamos a volver a la misma situación en el futuro.

A todo esto, se suma la segunda gran contradicción o necedad del cóndor, que es el enfoque de su política exterior. O lo que hemos denominado campismo, tomando el concepto de otros análisis. Con “campismo” nos referimos a una valoración excesivamente geopolítica de las relaciones internacionales. No me voy a extender sobre este tema, para no aburrirlos más. Pero otra contradicción de la política exterior boliviana ha sido la tendencia recurrente a la ponderación de ciertas relaciones bilaterales y a la alineación con ciertas narrativas y agendas internacionales.

Para que me entiendan, es de una ironía gigantesca leer análisis de personajes nefastos como Sánchez Berzaín y otros analistas reaccionarios, señalar “el servilismo” de Bolivia por decidir relacionarse con países como Irán, China o Rusia; solo para argumentar que deberíamos volver al redil de las potencias occidentales. Yo pienso deberíamos estar abiertos a relacionarnos con todos. Desde luego, con un alto grado de pragmatismo. Es decir, priorizando nuestros intereses y capacidades. Pero, por supuesto, sin descuidar los principios internacionalistas que se hallan en nuestra Constitución. Es decir, construir una política exterior seria, libre de recelos y vilezas.

De esa manera podremos evitar los vicios del campismo, tanto el que se dice de “izquierda”, como del campismo reaccionario. Bueno, éstas son algunas de las necedades del cóndor, a las que me refiero en el libro. Espero que, con estas provocaciones, los convoque a leer el libro, para seguir discutiendo estos temas y afinando la investigación. ¡Muchas gracias!

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