La actual industria del litio en Bolivia depende de 160 piscinas de evaporación, pero solo funcionan 90 porque las otras 70 no fueron permeabilizadas. Para este sistema, cada año se usan 1,22 millones de metros cúbicos de agua dulce. De este método para producir sulfato y carbonato de litio se esperaba un retorno del 90% de la inversión, pero entre 2012 y 2021, las ventas apenas alcanzaron el 7% de lo previsto. Ahora, el Gobierno boliviano apuesta por una nueva tecnología: la extracción directa de litio, con la que espera reimpulsar la minería del denominado “oro blanco”.
Investigación y texto: Madeleyne Aguilar Andrade
Fotografía: Carlos Sánchez Navas
A unos 85 kilómetros desde el municipio de Colcha K, en Potosí, dentro del Salar de Uyuni, están las piscinas de evaporación de litio, de donde proviene la materia prima de la industria promesa para Bolivia. A diferencia de lo que se esperaría, no hay funcionarios trabajando en los alrededores, ni están resguardadas por militares como en un inicio. Construir esta infraestructura industrial costó más de 585 millones de dólares; solo las piscinas representan el 40% de esa inversión. Sin embargo, hoy están aparentemente abandonadas.
La única manera de entrar al salar es en un vehículo 4×4 y con un guía. En este caso es Edson Muraña, quien fue autoridad originaria y actualmente trabaja en el turismo. Mientras conduce con destreza, cuenta lo mucho que ha cambiado el aspecto de ese sector del salar con la llegada de la industria.
Edson Muraña, ex autoridad originaria nación Lípez, guía la visita al salar.
“Antes se podía traer turistas también por aquí, ahora solo es al otro lado”, explica, ante el impresionante manto blanco que atrae a miles de turistas de todo el mundo.
Tras 45 minutos de viaje, se llega a la plataforma de las piscinas evaporíticas. Son 160 depósitos construidos sobre 22.000 hectáreas, el equivalente a 20 canchas de fútbol. Están distribuidas en 20 líneas, cada una de ocho. Las más grandes son de unas 30 hectáreas de extensión, pero hay más pequeñas. El proceso consiste en que la salmuera que contienen se evapore y se separen los elementos químicos para ser procesados.
El plan era que funcionaran todas las piscinas, pero hasta el momento solo están activas 90, porque las otras 70 no fueron permeabilizadas. Es el caso de las del sector que visitamos.
“Las que estamos viendo son piscinas que no han terminado de ser instaladas y que han sido abandonadas por varios meses, no sabemos exactamente cuántos. Estas instalaciones deberían funcionar una vez que todo el proceso de producción del sistema evaporítico funcione a máxima capacidad”, explica el ingeniero Gonzalo Mondaca, investigador del Centro de Investigación e Información de Bolivia (CEDIB), quien acompañó a La Nube en una visita a las instalaciones de la industria del litio.
Inversión millonaria
De 2012 a 2021, el Estado boliviano asignó un presupuesto de 1.231 millones de dólares para la industria del litio en Bolivia. Sin embargo, la ejecución no pasó del 48% y el retorno en ventas llegó apenas a un 7%. Los cálculos corresponden al investigador Mondaca a partir de documentos oficiales y memorias de la entonces Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos (GNRE), hoy Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). Para elaborar este reportaje se verificaron y constataron de manera independiente los datos.
“Solo se obtuvieron por ventas 41,36 millones de dólares. Es decir, 3,3% de los recursos asignados y 7% de los recursos ejecutados”, explica el investigador, quien afirma que los rendimientos de la producción de la planta piloto de carbonato de litio llegaron al 100% en 2021. Sin embargo, explica que no deja de ser una planta piloto, con una producción menor a las 1.000 toneladas por año.
“(En cambio) los rendimientos de la producción de cloruro de potasio son aún más tristes, porque en este caso sí se construyó una planta industrial, con capacidad de 350.000 toneladas por año. Sin embargo, la producción no superó las 50 mil toneladas en el último año”, lamenta Mondaca.
El Gobierno boliviano busca que la industrialización del litio tenga un gran papel en la transformación de la matriz energética en el mundo. El objetivo es que los productos se exporten y se usen en vehículos eléctricos, que impulsen el uso de energías limpias.
Pero Jaime Claros, doctor en ingeniería minera, afirma que este proyecto nunca se consolidó plenamente por lo que lo considera “un fracaso”.
Claros lleva inmerso en el campo de estudio del litio desde 1990, en la Universidad Tomás Frías de Potosí. Respecto a los procesos de evaporación observa que hay cuatro puntos a considerar como obstáculos. Primero, se debiera tener niveles altos de radiación; “eso no se puede lograr en Bolivia”. Segundo, el Salar de Uyuni está inundado casi durante la mitad del año, lo cual dificulta la evaporación. Tercero, y relacionado a lo anterior, para extraer minerales de la salmuera se requiere de entre un año y medio hasta tres. Por último, “dentro del salar siempre va a haber una filtración de abajo para arriba”, explica y dice que esos elementos no fueron previstos por el Estado.
Detalla que la infraestructura de las piscinas es muy frágil, debido a que las geomembranas se destruyen fácilmente, por lo que se debía bombear salmuera nueva para empezar de cero. “O sea que ha sido un fracaso y va seguir siendo un fracaso si se sigue con ese método”, afirma Claros.
Este investigador propuso en la década del 2000 técnicas de extracción de litio a partir de conos de evaporación, pero no tuvo aceptación. “Con nuestro proceso hemos logrado subir ese 0,5 hasta 10 gramos de litio promedio por litro de salmuera, algo fantástico”, asegura.
La Nube entrevistó al primer gerente de YLB, Juan Carlos Montenegro, hoy dedicado a la academia, como director del Instituto de Investigaciones Metalúrgicas de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Se le preguntó sobre por qué no se había tomado en cuenta la propuesta de Claros y la universidad potosina. Respondió que, operativamente, se vio que el proyecto tenía limitaciones. “Principalmente por la complejidad de tener que instalar miles y miles de conos en el salar de Uyuni”, explicó.
También, se le consultó sobre cuánto costó construir las piscinas e instalar la actual industria de litio que utiliza el método de evaporación. “La inversión fue de 670 millones de dólares. Eso incluye las plantas piloto: Llipi, Palca, la planta piloto de batería, la de materiales catódicos, el centro de investigación que se inauguró el año pasado, piscinas, etc.”, explica Montenegro.
El ahora exgerente afirma que la plataforma sobre la que están las piscinas fue de las infraestructuras más caras. “Todo ha significado una inversión altísima. De los 670 millones de dólares, las piscinas deben estar en un 40%”, devela.
“Información secreta”
La Nube también visitó otro sector de la industria, la planta de cloruro de potasio. El panorama es completamente distinto. Este lugar sí tiene actividad. Hay maquinaria llevando material, gente trabajando y es una zona militar.
Se intentó ingresar a las oficinas para solicitar información sobre las piscinas, pero no se tuvo éxito. “Es secreta”, dijo el guardia militar del ingreso, pero no explica el porqué.
Tras mucha insistencia, aclaró que debemos tener autorización de la gerencia de YLB. La Nube solicitó a la empresa y al Ministerio de Hidrocarburos y Energía, mediante cartas, el 28 de agosto de 2023, información sobre la industria del litio, su inversión, costos y ganancias. Hasta el momento de publicación de este reportaje no se dio respuesta.
“Preferimos el agua que el litio”
Edson Muraña, en las piscinas evaporíticas de litio.
Edson Muraña, de 36 años de edad, cuenta que desde que era niño escuchaba hablar del potencial del litio. Cuando fue autoridad originaria (2021-2023), él y todos los comunarios de la cultura indígena de la autodenominada Nación Lípez tenían la esperanza de que esa industria significaría fuentes de empleo para los comunarios o ingresos económicos para las comunidades, pero no fue así. “No tenemos ni un 1% de nuestros comunarios trabajando aquí en lo que es el litio”, lamenta.
Ante estos resultados, la perspectiva de los comunarios cambió: hoy están preocupados.
Edmundo Nina, representante comunario.
“En lo que han ido pasando los años, no se ve nada en nuestra nación Lípez. Es un engaño”, afirma Edmundo Nina, quien fue representante de su cultura en el Consejo de Naciones Originarias del departamento de Potosí. Además, reclama que no se hizo una consulta previa a las comunidades para la industrialización y actualmente les preocupa el efecto en su provisión de agua.
“Mucha gente en las comunidades y en el municipio de Colcha K (donde se encuentra la incipiente industria) todavía no conoce qué daños va a causar en lo posterior. Estos pueblos no tienen fuentes corrientes de agua, sino vertientes. Por eso pensamos: preferimos el agua que el litio, porque el agua es lo que nos da sustento para nuestros animales, cultivo y para nosotros”, dice Muraña.
Los comunarios de Colcha K confirman las preocupaciones. “Tenemos entendido que el consumo de agua va a ser demasiado y, por lo tanto, va a haber mucha sequía. Es el miedo que tenemos también”, manifiesta una vecina, Faby Mayorga.
Faby Mayorga, vecina del municipio de Colcha K
El investigador de CEDIB explica que el uso proyectado de agua que demanda la industria para las plantas de cloruro de potasio y carbonato de litio es de 1,22 millones de metros cúbicos de agua dulce. Por otro lado, al año se usan 17,25 millones de metros cúbicos de la salmuera que contiene elementos como el litio.
Al respecto, el exgerente de YLB asegura que el consumo de agua en este proyecto es mínimo. “El volumen de la salmuera es enorme, es como si fuera el lago Titicaca y lo que voy a extraer es como un vaso de agua. Eso no afecta prácticamente. Pero lo que sí es necesario para tener datos precisos, es un estudio hidrogeológico de la cuenca del salar de Uyuni. No hay, no tenemos ese estudio. Sería tremendamente útil, para las comunidades, para despejar suposiciones y miedos”, declara Montenegro.
Juan Carlos Montenegro, ex gerente de Yacimientos de Litio Bolivianos YLB
Fotografía: Madeleyne Aguilar
Este especialista resalta que, a diferencia de la industria de Chile, en Bolivia se trabaja con agua salada. Para eso, se tiene una planta desalinizadora.
Daño a un ecosistema frágil
“Nos vemos muy preocupados por el abandono y por el maltrato al ecosistema. Nuestro salar para nosotros es sagrado. Ya se están haciendo grietas, huecos y esto es porque no hay respeto a nuestra Madre Tierra”, comenta Muraña.
Al salir de la zona industrial de la región del salar retornan las palabras de Edson. Efectivamente, hay rajaduras en el salar. Esto podría deberse a la extracción de la salmuera, que está debajo la costra salina. ¿Qué efecto tiene este tipo de industria en un área con las características físicas del Salar de Uyuni?
La científica chilena Cristina Dorador es categórica: los salares son ecosistemas y una afectación a esta área repercutiría en la vida del lugar. “En los salares, donde se esperaría que no haya muchos organismos vivos, hay en realidad una explosión de biodiversidad (…) y un alto endemismo, (principalmente de microorganismos). Todo esto los configura como ecosistemas frágiles”, alerta.
En los salares, como en el de Uyuni, hay tapetes microbianos sobre las rocas y superficies, muestran una mezcla de colores. “Son bacterias, hacen fotosíntesis y esa es la forma más importante de producción de energía, que sostiene al resto de los organismos. Los flamencos viven porque comen micro-crustáceos que consumen esas bacterias”, informa Dorador. Y lanza una predicción: si ya no hay tapetes microbianos, ya no habrá flamencos.
Capa bacteriana en una piedra de un salar.
Fotografía: Cristina Dorador
Además, en los salares suceden procesos químicos únicos y de gran interés para la ciencia. “Estos sistemas han sido catalogados como análogos a la tierra primitiva. Es decir, son lugares donde recapitulan cómo fueron los procesos biogeoquímicos del pasado de la Tierra y cómo también va a ser en el futuro. Entonces, también hay un archivo geológico, biológico muy importante que lamentablemente está en riesgo”, explica la experta.
Cambio de tecnología
Se optó por la tecnología de las piscinas a partir de la experiencia de otros países como Chile, que lleva explotando litio de esta manera desde la década de 1980. Respecto a este punto, Mondaca confirma lo señalado por Claros: en el salar boliviano llueve más y los tiempos de evaporación son demasiado largos. Además, la salmuera es distinta y las concentraciones de litio son menores en Uyuni.
“Este conjunto de elementos ha hecho que no sea rentable, no sea eficiente”, lamenta Mondaca y hace notar que, en la actualidad, algunas autoridades bolivianas ya han reconocido las “debilidades” del proceso de evaporación.
En 2012, el entonces presidente Evo Morales inauguró la planta semiindustrial de cloruro de potasio en Uyuni. «Es el inicio del proceso de industrialización de los recursos evaporíticos en Bolivia, le seguirá inmediatamente después el litio. Está previsto para octubre, no importa diciembre, pero hay que acabar con carbonato de litio, será importante en la industrialización», dijo Morales a los medios.
Pero pasó diciembre de 2012 y otros años sin que la cantidad de carbonato de litio se produjera. Nueve años después se decidió cambiar de estrategia: en 2021, Bolivia pasó de la tecnología de evaporación a la Extracción Directa de Litio (EDL). Este método ya no incluye evaporación mediante piscinas. Extrae directamente salmuera subterránea, que tiene una composición química diferente. Entonces, requiere un procesamiento diferente al que se hace actualmente en las plantas piloto ya establecidas.
Para iniciar con el EDL se hizo una convocatoria internacional para seleccionar empresas con experiencia en este rubro. En 2023, se firmó un convenio con un consorcio chino de tres empresas (CATL, BRUMPT Y CMOC), del cual no se conocen mayores detalles ni las condiciones del acuerdo.
Viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Álvaro Arnez.
Fotografía: El Potosí
En una entrevista para el diario El Potosí, en agosto del 2023, el viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Álvaro Arnez, dijo que la gran debilidad del método de las piscinas de evaporación “son los costos y los tiempos”.
Añadió que, a diferencia de las piscinas, la tecnología de EDL aporta una solución “viable, real y de rápida implementación”. Destacó que se trata de un método nuevo, moderno y tecnológico para reducir costos y tiempos de producción, de insumos químicos, de agua y electricidad; además que permite la recuperación del litio en un alto porcentaje y es amigable con el medio ambiente.
Sin embargo, el investigador Claros tiene una visión contrapuesta: “EDL es un proyecto que ha sido totalmente rechazado en todas partes del mundo por el enorme impacto ambiental, el empleo de reactivos químicos difíciles de controlar y de ser aislados. El costo de operación es sumamente elevado. Llega a ser 70% del valor vendible del litio. Y, por último, tiene una necesidad de consumo de agua elevadísimo y agua no se tiene en lugar”.
En plena transición de método de extracción en la industria del litio, ¿las piscinas quedarán en desuso? El exgerente Montenegro mantiene su fe en ese proyecto y opina que desde el 2020, la extracción directa de litio “se tomó con un excesivo entusiasmo”, por eso “no se hizo nada (en relación a las piscinas)”, por tres años. Recién en 2023 se retomó parte de la construcción.
Ante la pregunta de por qué consintió que se invierta tanto y por tanto tiempo en un “error”, responde: “No es un error, porque ha sido la tecnología que estaba disponible en su momento y sigue siendo la dominante. No ha sido reemplazada todavía esa tecnología –dice mientras observa las fotos del estado de las piscinas abandonadas– ¡Tienen que seguir! Porque lo sensato es y debería ser ir en paralelo, continuar con las piscinas, no paralizar su construcción (…) Pensar que EDL reemplazará completamente al método de evaporización ha sido un error”.
*Este texto fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina y Periodistas por el Planeta.