Portada: Valeria Torrico
¿Cuánto tiempo puede durar una boda? En Alasitas, podría demorar hasta quince minutos. Pero en ese corto tiempo habrá pasado toda una vida: prometerás amor eterno hasta que la muerte los separe, tomarás un trago de champán y sellarás tu destino con un beso tímido.
“Cásese hoy, que mañana podría ser tarde” es el llamado de un registro civil que intenta llegar al corazón de los pocos enamorados que caminan, sin miedo al compromiso –aunque sea solo de papel y acero inoxidable—. Ese mensaje nos convenció para dar el gran paso.
El día que me casé en Alasitas, sentí magia.

El mago de este auténtico truco fue el notario “Ekeko”, quien dice haber fundado el primer registro civil de la icónica feria de miniaturas realizada en La Paz Un periódico amarillento de 2007, pegado a la carpa azul del registro, es la prueba de esa proeza en la apuesta por sellar el amor eterno. Decido creerle, todo vale para sentir que esta ceremonia es muy especial, por más minúscula que sea.
Esta es la primera vez que me caso, que me caso feliz. Probablemente haya sido la protagonista de una boda de la que despertaba antes de dar el sí. Una pesadilla que mostraba un miedo mío recurrente: casarse sin amor. Pero esto no es nada parecido.

Casarse en Alasitas es un juego que solo tiene sentido si estás enamorado. Nada de vida o muerte, más bien, se trata de disfrutar el momento intensamente y de estar “camote hasta las patas”.
Ya teniendo claros nuestros deseos y habiendo perdido el miedo al rechazo, nos acercamos modestamente al toldo del notario. En su exterior está la descripción de los tipos de bodas disponibles. Una sencilla incluye el certificado de matrimonio, mientras que la más completa oferta anillos, champán, el certificado de familia y lo más importante: una fotografía que retractará ese memorable momento.

Al lado de la lista de ofertas, se puede ver una fotografía de una pareja cuando se casaron en Alasitas y cuando lo hicieron en escala real, con el vestido blanco y los invitados. La publicidad intenta mostrar que el servicio es garantizado, aunque todo podría ser Photoshop. Prefiero no pensarlo tanto, el truco para que la magia funcione es creerla y dejarse cautivar por las sorpresas.
Convencidos de que la evidencia de que esto podría ocurrir en algún momento, nos decidimos por el paquete completo. O todo o nada.
Al ingresar al toldo místico del casorio, el notario le dio una clase de bienvenida/advertencia al novio: “ya joven cásese antes de que la señorita cambie de opinión”.
La escena es única: un espacio de menos de tres metros cuadrados que resulta solemne para los ojos de los visitantes. El notario, Carlos Morán se encuentra al fondo con su laptop, alistando un libro de actas. Frente a él se hallan dos asientos para los novios y detrás cuelga un cartel vistoso que dice “Feliz Boda 2022”. El último dígito es más pequeño, es claro que aquí practican el reciclaje de cotillón.

Tras recibir nuestra decisión por el paquete completo, el notario empieza a alistar todo para el acto. Toca elegir entonces dos anillos que quepan en nuestras manos. Tras algunos ensayos, tenemos los elegidos. Las copas con champán están listas. Entonces, la ceremonia empieza.
Morán entra en personaje y tiene el rostro serio pero transmite cierta calma. Anuncia el inicio del acto manifestando que los novios se han presentado de manera voluntaria para contraer matrimonio. Confieso que aquello me provocó ganas de reír pero pronto me di cuenta que no era el momento, ni el lugar. Estaba protagonizando una escena de amor de verdad. La mirada se me quedó en los ojos del novio, quien tomándome de la mano, pidió seriedad en el asunto.
Después de la bienvenida, Carlos habla del amor y sus dificultades. Advierte, que habrá buenos y malos momentos pero que aún en lo más complicado que vivamos, si hay respeto y lealtad, todo saldrá bien. La voz del notario es cálida, muy diferente a la de un religioso o de un servidor público.

Ahora vienen los votos. Repetimos una a una, las frases más legendarias de la celebración de un matrimonio: “Prometo amarte, cuidarte y respetarte, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad”. Pienso que esas dicotomías, ya no son tan reales. Quizás no estemos en la pobreza, pero tampoco en la riqueza. Alguna dolencia llega, pero por suerte hay más salud. De todas formas, en todo momento ¿amamos, verdad? Para qué ponerle circunstancias o tiempos.
Termina la lectura de los votos y es momento de ponernos las sortijas de acero inoxidable. Mi anillo encaja perfectamente y modelo mi mano por un momento, parece que lo de señora no me ha quedado tan mal después de todo. Elevo los ojos y me encuentro con la mirada cómplice de mi “esposo”. Sabemos que es un juego, pero aun así se siente mágico.

Con los anillos puestos, el notario nos declara “marido y mujer” y empieza a sonar desde algún lugar desconocido, la música de la marcha nupcial. El evento llamó la atención de algunos transeúntes que ven la ceremonia con curiosidad y aplauden con efusividad. Con una auténtica alegría tomamos el champán en unas copas miniatura de plástico y sellamos la promesa con un beso.
Morán nos da las felicidades y una nueva sentencia: “los espero al año para renovar sus votos”.
Dejamos el toldo y caminamos de la mano, a paso ligero y con los rostros llenos de ilusión. El día que me casé en Alasitas, perdí el miedo al amor.
La magia que se siente en ese toldo azul es única y puede llamar a sumergirse a las olas del amor a cualquiera, incluso a lo más escépticos.
Morán me dijo que al participar de la Feria de Alasitas, pensaba mucho en todos aquellos deseos que la gente quería cumplir. Poder tenerlos en miniatura es importante para que un día, tarde o temprano, se vuelvan realidad.
Tras ver a varios amigos pasar por el notario para unirse en matrimonio, decidió que sería especial poder plasmar ese deseo de encontrar el amor.

Orgulloso, me muestra los numerosos libros de actas que guardan los nombres de cientos de parejas que pasaron por su notaria. Es lindo pensar, cuántas historias de amor guardan esos cuadernos que apuestan por la sentencia implacable de aquel notario paceño: ámense hoy, que mañana podría ser tarde.