Fotografías: Carlos Sánchez Navas
Silveria Cutipa Pari nació en Yaurichambi, una comunidad aymara en el altiplano paceño. A sus cinco años perdió a su madre, poco después a su hermano, quien falleció camino a una posta sanitaria. De su padre habla poco. Con los ojos húmedos, sentados en el living de su domicilio, asegura que pasó por momentos muy duros y que en sus planes de infancia, mientras vendía ajos y pasankallas en los mercados, ni siquiera estaba el salir bachiller, mucho menos tener una carrera universitaria.
Hoy es difícil recordar su rostro sin una sonrisa. Contrario a lo que imaginaba ya tiene un título como ingeniera química de la UMSA y su propia empresa llamada Suma Qhana Kolla, con la que produce jabones y lavavajillas con base en aceites de cocina reciclados.
Así espera hacer un bien al medioambiente, ya que el aceite de cocina usualmente es desechado a las alcantarillas, contaminando los cuerpos de agua y dañando a la flora y fauna acuática. Se estima que un litro de aceite usado puede contaminar hasta 40.000 litros de agua (lo equivalente al consumo anual de una persona en su domicilio), según una publicación del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia.
Cutipa vive desde 2015 en Pampahasi Bajo, en la única casa que tiene los ladrillos pintados y unos cáctus plantados en bidones reciclados al ingreso. Un jardín con diversidad de plantas adorna el ingreso con manzanos, rudas, rosas, coronas de Cristo, y otras varias.
Después está su laboratorio, un espacio caliente cubierto por calaminas y vidrios azulados, con el piso de cemento, repleto de recipientes de plástico, tubos de ensayo, moldes de madera, gavetas, maquinaria, una pizarra acrílica con fórmulas químicas, y un letrero de Hecho en Bolivia.
“Yo puedo pasar aquí la noche entera trabajando y no me aburro. Me encanta la química, ver las reacciones al mezclar los ingredientes”, dice Cutipa, que, sin embargo, también debe encargarse de las ventas. “No me gusta vender, es estresante, pero lo tengo que hacer”, afirma, luego de pasar las primeras horas de esta mañana de enero cargando jabones para la venta.
Silveria es ella misma cuando se pone el overol blanco, la máscara de plástico, y se sumerge en la refinación de aceite y la mezcla de compuestos para sacar sus productos. Su pasión fue siempre la química y el detonante para utilizar aceite reciclado se presentó cuando trabajaba para la Alcaldía de El Alto, controlando negocios de frituras y restaurantes.
Al ver los desperdicios de aceites requemados (afirma que no se deberían utilizar más de tres veces, ya que después se vuelven tóxicos) se le ocurrió que podría aprovechar residuos más limpios. Lo primero que preparó en la cocina de su casa, ya que entonces carecía de un laboratorio, fue un lavavajillas.
Los resultados conseguidos la impulsaron a comenzar con su emprendimiento en 2014, un año después de que había dejado su puesto en el municipio alteño. Pero necesitaba dinero, así que consiguió un puesto en el Ministerio de Medio Ambiente, donde estuvo por otros ocho años, hasta principios del 2023. Desde entonces se dedica 100 por ciento a su negocio.
Emprender no fue fácil, debido a la burocracia, los altos costos de registros y las exigencias impositivas para cualquiera que desee iniciar un negocio propio. “Fue como entrar a un cuarto oscuro y hacerse una idea de lo que te rodea chocándote con las paredes. Emprender te hacer llorar. Me enferma, pero tengo los documentos”, afirma Cutipa.
Con calma y gozo se mueve por el laboratorio, mezcla aceite tratado en recipientes de plástico para preparar unas botellas de lavavajillas. Recubre un bañador con un producto blanquecino y lo pone bajo el sol para que se hinche y se convierta en jabón.
Sus productos se caracterizan por el rescate de prácticas ancestrales, tanto en plantas como en minerales. Ahora mismo, por ejemplo, está experimentando con poq’e, una mineral fino utilizado antaño para lavar ollas.
Cuando comenzó con Kolla, que por cierto -según ella- se refiere a la planta más que a algún término regionalista, compraba el litro de aceite a 40 o 50 centavos; pero dejó de acerlo y confía en que sus proveedores le darán el producto sin costo alguno. “Yo me encargo de sus residuos, a mí deberían pagarme”, dice con firmeza esta mujer aymara que ve cómo su negocio, después de casi 10 años, por fin comienza a llamar la atención de un público cada vez más grande y consciente del cuidado del medioambiente.
Atrás quedaron los tiempos difíciles de su infancia vendiendo lo que podía en los mercados. Ahora tiene la mira puesta en su camino. No está sola. Al igual que ella, decenas de emprendedores preocupados por la crisis ambiental y la enorme cantidad de desperdicios humanos que se generan cada día, han iniciado llamativos negocios que se caracterizan por reducir el daño a la naturaleza.
“Todo el sufrimiento que pasé quizás fue por algo, si bien uno sufre, también Dios te da la oportunidad de tener una mejor vida”, afirma Cutipa, quien tiene en mente aumentar sus ganancias, influir en la política para aligerar el camino para los emprendimientos, y enseñar lo que ha aprendido en estos años. “Pienso buscar espacios políticos para proponer cambios normativos y ayudar a los emprendimientos”.
Contacto
Kolla ofrece jaboncillos sólidos y en polvo (tipo detergente para lavar ropa), shampoos sólidos, y lavavajillas líquidos. Silveria Cutipa recibe aceites utilizados que no estén muy deteriorados para elaborar sus productos. Los números de contacto son: 71589938 – 74080334.