Como ya es costumbre desde hace más de una década, el pasado 1 de mayo el Gobierno anunció un nuevo incremento al salario mínimo nacional. Aunque muchos lo celebran como una conquista laboral, lo cierto es que detrás de esta medida se repite un patrón preocupante: la falta de diálogo genuino y de análisis estructural.
Este año, el sector empresarial fue, nuevamente, invitado a una única reunión con el Ministro de Economía, donde se expusieron argumentos sólidos sobre la inviabilidad de la medida. Sin embargo, pocas horas después, el incremento fue aprobado sin cambios ni ajustes, confirmando que aquella mesa no fue más que un trámite simbólico.
Como boliviana, me preocupa que los derechos de unos prevalezcan de forma sistemática sobre los de otros. Cada año se refuerza la sensación de que en Bolivia coexisten ciudadanos de primera y segunda categoría, según si pertenecen o no al sector formal.
Lo más paradójico es que este aumento no alcanza a la mayoría de los trabajadores. Con un índice de informalidad laboral superior al 70%, esta medida termina beneficiando a una minoría y golpeando a muchos más. ¿Qué sentido tiene impulsar una política social que deja afuera a la mayor parte de la población?
En sectores como el turismo —donde me desempeño— los efectos son concretos: menos contrataciones, más incertidumbre, menor margen de maniobra para cumplir con obligaciones, y un deterioro constante de nuestra capacidad competitiva. A esto se suman la escasez de dólares, el aumento de costos operativos y las dificultades para sostener la actividad frente a una economía cada vez más cerrada.
El resultado es un círculo vicioso: menos empleo formal, menos desarrollo de capacidades, más migración, más desigualdad.
Es hora de dejar de repetir medidas que no resuelven los problemas de fondo y empezar a construir una política económica basada en inclusión, productividad y sostenibilidad.
Un verdadero pacto social exige mucho más que un anuncio anual. Requiere visión, datos, voluntad de consenso y, sobre todo, la capacidad de pensar en todos los bolivianos, no solo en algunos.