(Y, ¿Por qué ya es inignorable?)

Capitalismo, comunismo. Izquierda, derecha. Estatismo, minarquismo. Son todos términos que abundan y pululan con la más amplia facilidad en el ideario común del ciudadano promedio. Expresiones con las que, de un modo u otro, hemos interactuado casi por obligación, ante la inercia de la sobreexposición en redes o la sutil (y no siempre nominada) tentación de pretender que entendemos algo de lo que mueve a la política y la economía de todos los días.
Sin embargo, casi sin darnos cuenta, es probable que el mundo haya experimentado una transición en ‘modo automático’, cerca de su desenlace final, cerca del momento en el cual, casi sin percibirlo, no exista vuelta atrás.
Ahora bien, ¿De qué trata exactamente el ‘Tecnofeudalismo’?
La historia económica mundial, groso modo, admite una categorización cronológica lineal y en sucesión que sitúa al feudalismo, la industrialización y el capitalismo como los sistemas macroeconómicos que más y mejor pueden acercarse a describir el último lustro centenario de la realidad: a partir de la edad media, han sido esas las tres fuerzas que han predominado en el espectro de las relaciones sociales convencionales y, per sé, las vertientes tipológicas a ser citadas con predominio para entender el qué y el cómo de las relaciones comerciales, financieras y monetarias (para citar a la triada base).
Pero, todo eso cambió a partir de la pandemia. Y, siendo más sinceros, a partir de la Gran Crisis Financiera de aquel año, sí, el mismo de los Juegos Olímpicos de Beijing.
La tesis es la siguiente: El capitalismo, en su ADN, es entendible a partir de dos componentes esenciales y un conector, ganancia (profit) y mercados (markets), entrelazados y dotados de dinámica vital, a través de la garantía de existencia de la competencia (competition). A partir de la interacción ideal de estos tres componentes, se asegura la libertad para comerciar, extender relaciones económicas y, naturalmente, permitir el intercambio de bienes y servicios, en términos geoespaciales, cada vez más amplios.

Sin embargo, con el tecnofeudalismo eso cambia: Profits & Markets, ya no son la base de la economía, tampoco lo es la ‘libre competencia’. En su lugar, revisitando a la base del otrora preeminente sistema feudal, la ‘renta’ y la ‘nube’ (esta vez literal y no terrenal), son el centro de las interacciones económicas.
En el mundo descrito por Varoufakis, los actores dominantes de la economía contemporánea no son los capitalistas tradicionales, sino ‘digital lords’ – Amazon, Google, Facebook, para nombrar algunos – que gobiernan en los espacios digitales donde, a día de hoy, todas las transacciones (no solo monetarias) tienen lugar.
La competencia ya no existe al interior del mercado.
Ellos dictan las reglas y, como tal, son dueños de él.
Aquello que parece un mercado raudo y desternillante – la interfaz de bienvenida de Amazon, el sitio de publicidad de Facebook, una pestaña de búsqueda en Google – no reflejan estrictamente el mercado per se. Es un condominio digital privado, meticulosamente diseñado y controlado por sus oligopólicos copropietarios. El acceso, así como en una delimitación parcelar de esta naturaleza, se garantiza a cambio de la entrega de información personal y un precio inflado, discreto, casi imperceptible, pero inimaginable. Las reglas son impuestas unilateralmente. La visibilidad es comprada, no ganada y, naturalmente, los datos e información personal son cosechados y secuestrados. Nunca compartidos.
El punto de inflexión:
En lugar de generar ganancias con la venta de productos en un escenario competitivo, estos gigantes digitales extraen la renta al controlar la infraestructura digital en su totalidad.

La renta es el ingreso generado, no a través de la producción, la innovación o la competencia, sino a través de la propiedad privada, restringida y absoluta de un recurso crítico.
En tiempos medievales, un señor feudal extraía la renta de los campesinos por el privilegio de trabajar la tierra. Ahora, un ‘señor digital’ extrae la renta de los negocios, creadores, publicistas e, indefectiblemente, los usuarios – por el privilegio de “existir” al interior de sus dominios digitales controlados y supervisados en cada momento.
Nadie “compite” libremente en Amazon, se paga por derecho de “existir”. No se “compite” por la visibilidad en Google, sino que ella se enriquece, en la apuesta irrelevante de terceros, sin importar quién gane. No se “compite” por la audiencia en Facebook, se renta el acceso, bajo condiciones que no se pueden negociar.
El mercado, la ganancia y la competencia aún existen – pero ya no son más los principios rectores ni fundacionales de las relaciones económicas
En su lugar:
- Ecosistemas digitales enclaustrados
- Porteros digitales que cargan una renta para acceder o navegar en estos espacios
- Extracción de valor basada en el control, no en la producción
Y esta transformación ocurrió en silencio…

Pocos debates públicos han abordado la muerte del capitalismo. Gobiernos, economistas e incluso activistas con frecuencia aún evocan a los mercados como si fueran libres, la competencia existiera y el capitalismo necesitara ‘algunas reformas’. Mientras tanto, los nuevos ‘señores digitales’ han consolidado sus ciber-feudos, integrándolos con mayor profundidad en cada aspecto de la vida diaria – compras, telecomunicaciones, información y aún las emociones.
¿Por qué no lo notamos?
Porque la transición se ocultó bajo la familiar fachada del capitalismo. El lenguaje retuvo peones expresivos: “mercado”, “emprendedores”, “libre elección”. Los símbolos permanecieron: logos, marcas, precios/indicadores de la bolsa. Las emociones remanecieron: “emoción por innovar”, “orgullo por consumir”, “esperanzas de una movilidad social ascendente”.
Sin embargo, la arquitectura subyacente mutó.
A día de hoy, vivimos en un mundo donde el acceso a la realidad económica viene mediado por un puñado de plataformas privadas, que gobiernan absolutamente mucho más que cualquier titán industrial de antaño. Su poder no está regulado por el mercado. No es permeado por la competencia. Ni siquiera regulado por los propios Gobiernos.

La pregunta no es si el capitalismo está muriendo. Si no más bien, ¿podemos continuar permitiéndonos ignorar su muerte y, sobre todo, lo que pueda venir después?
(Este artículo forma parte de una serie en desarrollo)
Referencias Bibliográficas:
- The Guardian. (2023). Capitalism is dead. Now we have something much worse: Yanis Varoufakis on extremism, Starmer, and the tyranny of big tech. The Guardian. https://www.theguardian.com/
(Nota: Deberías incluir el enlace exacto si quieres mayor precisión.) - Financial Times. (s.f.). What went wrong with capitalism. Financial Times. https://www.ft.com/
- Keskeys, P. (s.f.). The architecture of George Orwell’s “1984”. Architizer. https://architizer.com/blog/practice/details/the-architecture-of-george-orwells-1984/
- PressReader. (s.f.). PressReader.com – Digital Newspaper & Magazine Subscriptions. https://www.pressreader.com/
- Vox. (2015). What Greece’s new finance minister learned from studying video games. Vox. https://www.vox.com/
- Wired. (s.f.). What is technofeudalism? Wired. https://www.wired.com/
- Wired. (s.f.). What is digital infrastructure of the modern company? Wired. https://www.wired.com/
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Yanis Varoufakis es un economista griego, líder político y autor de múltiples libros best-seller: “Talking to My Daughter About the Economy, Adults in the Room”, memorias de su tiempo como Ministro de Finanzas en Grecia y, una historia económica de Europa. “And The Weak Suffer What They Must?”. Una de sus publicaciones más recientes es: “Another Now: A Novel”. Nacido en Atenas en 1961, fue Profesor de Economía durante muchos años en Gran Bretaña, Australia y EEUU, antes de ingresar en la política. Es cofundador del movimiento ciudadano internacional DiEM25 y Profesor de Economía en la Universidad de Atenas.