La transición energética, de combustibles fósiles a fuentes renovables, avanza cada vez más rápido a nivel mundial. En Bolivia, la apuesta para migrar de matriz energética es cada vez más urgente, pues no sólo se consideran cuestiones de impacto ambiental, sino de economía y seguridad energética. Sin embargo, los esfuerzos para adoptar fuentes renovables en la matriz eléctrica constituyen sólo un 10% del consumo total; el desafío, según funcionarios del Gobierno, está en el 90% restante del consumo energético, que se basa en combustibles fósiles.
«Pensamos que con más paneles solares y energía eólica se solucionará el problema, pero sólo el 10% de la energía que consume Bolivia es electricidad, y el restante 90% es de otro tipo donde se utilizan fuentes fósiles. Entonces el desafío es grande», manifestó el director general de Planificación Energética y Gestión del Ministerio de Hidrocarburos y Energías (MHE), Carlos Echazú.
El funcionario participó la noche del miércoles en la presentación del libro «Geopolítica de la Transición Energética, perspectivas del sur y el caso de Bolivia», publicado por la Fundación Friedrich Ebert Bolivia (FES).
Con él coincidió el viceministro de Exploración y Explotación de Recursos Energéticos, Raúl Mayta, quien como invitado al evento apuntó que para migrar ese 90% de consumo energético a fuentes renovables se requiere dinero, y como el país carece del mismo, financiamiento externo. De hecho, mencionó que el sector de los hidrocarburos está siendo «drásticamente castigado» por la falta de recursos económicos que dificultan el repunte de la declinante producción gasífera.
El país consumió 58.902 kilos barril equivalente de petróleo (Kbep) de energía al 2023, el 10% fue electricidad, el 25% diésel oil, 25% gas natural, 22% gasolina, 9% en biomasa, y 6% en GLP.
Como se aprecia en el cuadro anterior, el 47% del consumo energético es de gasolina y diésel, combustibles que alimentan principalmente al sector transporte. Echazú manifestó que migrar a fuentes renovables implicaría fomentar intensivamente la electromovilidad a partir de un diálogo con la sociedad y la apuesta por un transporte público electrificado.
«Esto no es sólo un tema ambiental, sino económico y de seguridad energética. Los precios de los combustibles fósiles ahora están altos, así que estamos en una oportunidad única que nos conviene para acelerar la transición energética», acotó Echazú.
Bolivia, ¿por siempre productor de materias primas?
Otro de los temas abordados en el evento de la FES fue el rol que ocupará Bolivia en esta época de transición energética, y si repetirá el modelo extractivista de ser únicamente un país productor de materias primas.
Para la representante de la CAF en Bolivia, Jeannette Sánchez, el país debe dejar de replicar el eterno rol de proveedor de materias primas, que lo mantiene sujeto a los vaivenes de los precios internacionales de los commodities, como ocurre con el gas, el litio, y otros metales.
Sánchez recomendó que el país invierta en innovación y generación de productos con valor agregado, diversifique sus fuentes de energía con integración regional, y trascienda hacia una economía más sostenible y circular.
«No caigamos en las mismas políticas extractivistas en las que caímos antes», declaró Echazú. Esto, según él, obligaría a pensar no sólo en productos con valor agregado, sino también en la oferta de servicios, como la generación y transporte de energía a países vecinos, por ejemplo.
La descarbonización no es sólo transición
Por último, la investigadora de energías sostenibles y co-autora del libro, Melina Balderrama, advirtió que la transición energética no implica una «descarbonización» total, sobre todo en Bolivia, cuyas principales fuentes de emisión son los incendios que se repiten cada gestión, y que este año han consumido más de 10 millones de hectáreas, así como los gases de efecto invernadero que produce la ganadería y la agroindustria.
Además de enfocarse en la transición energética a fuentes renovables es importante controlar que la demanda no se dispare, ya que el consumo racional de la energía puede ser un elemento altamente beneficioso económica y ambientalmente, y que muchas veces no es tomado en cuenta, añadió Balderrama.