Foto de portada: Un comunario del norte paceño relata los problemas de salud y ambiental ocasionados por la contaminación por mercurio. Sergio Mendoza
Autoridades gubernamentales, representantes de ONGs y diversos sectores de la población se reunieron para analizar las fortalezas y debilidades de la implementación de UNA Salud (One Health) como política nacional en Bolivia. Los participantes concluyeron que, dada la rica biodiversidad del país, es imperativo adoptar esta política para asegurar un futuro sostenible y saludable.
UNA Salud es una iniciativa que reconoce la interconexión entre la salud humana, la salud animal y la salud de los ecosistemas. “Este enfoque holístico es crucial para enfrentar los desafíos sanitarios del siglo XXI, especialmente en un país megabiodiverso como Bolivia. La adopción de UNA Salud está respaldada por el compromiso de 13 ministerios, que están trabajando en la elaboración de un decreto supremo para su implementación”, informó Carmen Capriles, coordinadora general de Reacción Climática.
Los tres pilares de UNA Salud son la salud humana, la salud animal y la salud de los ecosistemas. La salud de las personas está intrínsecamente ligada a la salud animal y ambiental. Es vital monitorear y gestionar la salud de los animales para prevenir la propagación de enfermedades. Además, mantener los ecosistemas saludables es esencial para prevenir desequilibrios que puedan afectar tanto a humanos como a animales.
Entre los casos que se destacaron en el taller, que se realizó a finales de junio, se encuentra el virus Mapucho, que causa fiebre hemorrágica y es transmitido por roedores. La caza de felinos, que son el control biológico principal de roedores, puede incrementar el riesgo de exposición a esta enfermedad, ya que la población queda más expuesta a las heces de los roedores, las cuales pueden contener el arenavirus causante de la fiebre hemorrágica.
También está la leishmaniasis, conocida localmente como lepra blanca, una enfermedad infecciosa prevalente en el norte paceño y la región amazónica, transmitida por mosquitos flebótomos. La deforestación en estas áreas ha demostrado ser un factor significativo en el aumento de las poblaciones de mosquitos, exacerbando la incidencia de la leishmaniasis.
Por último, la contaminación por mercurio en el norte paceño, resultado de la minería aurífera, ha afectado gravemente los ecosistemas acuáticos y la salud de las comunidades indígenas. La exposición al mercurio puede causar la enfermedad de Minamata, que provoca distintos tipos de parálisis y desequilibrios neurológicos. Los peces contaminados, consumidos por estas comunidades, incrementan significativamente el riesgo para su salud.
Foto: Gabriela Prada, veterinaria consultora de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) durante el taller que se realizó a fines de junio en el restaurante Vienna.
La implementación de UNA Salud en Bolivia enfrenta desafíos que requieren cambios estructurales importantes, agregó Capriles. Esto incluye la creación de bases de datos y recursos para el intercambio de información, la identificación de mejores prácticas, el mapeo de iniciativas y capacidades de investigación, y la construcción de un sistema integrado de vigilancia. Además, se necesitan mecanismos de coordinación con actores relevantes, la evaluación de riesgos de enfermedades zoonóticas y métodos para reducir riesgos de desbordamiento de enfermedades.
“Bolivia, con su vasta biodiversidad y riqueza cultural, tiene la oportunidad de liderar en la implementación de UNA Salud. Esta política mejorará la salud de sus ciudadanos y animales, y garantizará la conservación de sus ecosistemas. La colaboración multisectorial y el compromiso gubernamental son esenciales para que UNA Salud se convierta en una realidad tangible, beneficiando a las generaciones futuras y contribuyendo a un desarrollo sostenible y resiliente para el país”, aseguró Capriles.