Las dos economías más amigables: verde y naranja

Es imposible negar la metamorfosis por la que atraviesa el ser humano cuando se encuentra inmerso en un mundo en constante transformación, donde la creatividad y la innovación son valores fundamentales en las vías de desarrollo.

Resulta interesante que el término creatividad haya aparecido por primera vez en 1984 en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), como la “facultad de crear”, originando así una cadena de hechos trascendentales que marcarían el rumbo de la historia. En tanto que, innovación, es definido en 1992, también por la RAE, como el acto de “mudar o alterar las cosas introduciendo novedades”. Ambos conceptos representan en la actualidad el establecimiento de un ecosistema que conecta al ser humano desde su ser pensante y emocional con el contexto económico y social.

Fue en 2013 cuando el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acuñó el término de economía naranja por primera vez, se podría decir que es todo un centennial. Este tipo de economía se enfoca en la transformación de bienes y servicios culturales en industrias creativas, potenciando de esta manera las capacidades y el talento en áreas como la arquitectura, las artes visuales y escénicas, las obras audiovisuales y cinematográficas, la música, el diseño editorial, la moda, las artesanías, la investigación, el diseño de software y los videojuegos. Se puede decir que, a diferencia de los commodities o materias primas, el comercio creativo es menos volátil y por ello, genera mayores beneficios en temas de inversión y promoción de empleo.

Es justamente la esencia de este tipo de economía lo que le lleva a asumir un color, en este caso el naranja, que, de acuerdo con la psicología del color, representa la felicidad, el entretenimiento y la creatividad.

De igual manera, y afín a al cuidado del medio ambiente, en 1989 nace el concepto de economía verde, introducido en el libro “Blueprint for a Green Economy”, un término que podría clasificarse en la generación millennial, y que, a pesar de ser más antiguo, no ha llegado a tener gran relevancia hasta la primera década de los 2000. La economía verde surge a partir de la necesidad de mejorar el bienestar del ser humano logrando una equidad social desde el control de escasez y riesgos ambientales, es decir, plantea la reducción de emisiones de carbono, promueve la eficiencia energética y evita la pérdida de diversidad biológica.

El concepto de economía verde no sustituye al de desarrollo sostenible, pero en los últimos años se ha concedido un mayor reconocimiento al hecho de que el impacto de la sostenibilidad sólo es posible desde una economía adecuada y correcta. Por ello, muchas empresas han empezado a desarrollar campañas de marketing verde que apuestan por el respeto a la naturaleza, desde la creación de productos ecológicos hasta acciones de responsabilidad social empresarial, que, además de fomentar una relación empática y solidaria entre el ser humano y la Tierra, conceden la oportunidad de dejar un mundo estable a las futuras generaciones.

El color verde, por su parte, significa paz, tranquilidad y fertilidad.

Si se entrelazan y visualizan estos dos conceptos: economía verde y economía naranja, dentro de los procesos de crecimiento y desarrollo de los estados, se potencia la creación de mayores fuentes laborales, al mismo tiempo que se nutre de un conocimiento continuo a quienes son parte de estos escenarios de innovación, dotándoles de herramientas para que el contacto con los distintos segmentos de la sociedad, desde la elaboración de estrategias, contenidos y acciones responsables, contengan en sí mismos un valor de transformación, basado en la igualdad y la justicia social.

Actualmente, el escenario cultural es visto como un bien público, lo que no es percibido como un aspecto negativo, sin embargo, esta situación conlleva a que aquellos derechos fundamentales de quienes son parte de la esfera artística se les sean negados: reconocimiento de su actividad como un trabajo legítimo y remuneración adecuada. Por otro lado, para fortalecer las acciones medioambientales, es necesaria una legislación que apueste por el aumento en la inversión pública y de la empresa privada por los denominados sectores verdes, y se analice el impacto de desarrollo de acuerdo con la extracción y utilización de los recursos disponibles.

Esta es solamente una milimétrica pincelada de todo el panorama que acontece dinámicamente entre estas dos economías, y que, en la actualidad, representan los dos tipos de crecimiento más amigable entre el ser humano y su mundo.  

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