Íncubo

Diseño: Valeria Torrico

Por Miguel Ángel Ortiz García

Diseño de portada: Valeria Torrico

Me visitaste durante tu acostumbrada medianoche. El ego tuyo inundaba todo el dormitorio. Yo, descansaba en mi lecho, tú susurrabas en mi oído mientras que yo rechazaba el sonido.

Tus susurros se sentían sobre mi almohada como un poema que nadie declamaba, cuyas vibraciones producidas por tu respiración erizaban los finos vellos de mi cuello y el choque eléctrico del escalofrío se hacía presente como una serpiente intentando quebrar toda vértebra que se le pudo atravesar.

Cogiste mis manos con fuerza, atándolas a los extremos superiores de mi cama, para poder dominarlas aun sabiendo que me hallaba enteramente paralizada.

Descendiste con tu gélido hálito uno a uno los milímetros de mi piel, desde la nariz hasta los labios, pero sin detenerte demasiado sobre ellos te fuiste al mentón exhalando con fuerza sobre él y así congelando la cavidad donde comienza el esternón y se dibuja el sendero a cuyo camino te lanzaste y entre sus montañas divagaste, describiendo los detalles de mi árbol genealógico, recordando quizá una o más generaciones con las que te deleitaste y supiste degustar cuanto hoy lo haces conmigo.

Allí, cuando sentía tus caricias en la cúspide del espacio donde se encuentra mi corazón, comencé a sentirme nueva, como tierra fértil que emana leche y miel.

Te detuviste nuevamente, esta vez sobre el ombligo dibujando círculos con cierto detalle, uno más pequeño que el anterior. Empezaste a transformarte en aire y aún en estado gaseoso, tuviste fuerza suficiente para controlar el vaivén de mis caderas que danzaban al compás en que tus moléculas se expandían y contraían dentro mío, no dejando ni un espacio libre entre mis valles y la cúspide del singular monte de Venus.

Perdiendo la conciencia, fui arrebatada de tal éxtasis por causa de la helada neblina que se coló por mi ventana. Desesperada me apresuré a cerrarla y al frío viento que rozó, quemándome el brazo, le grité titiritando “Te esperaré”, pero de mi boca se escuchó apenas un susurro.

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