Taypi Chullpa 2023, carrera de MTB y día de la bicicleta

Ciclista en una competencia

La primera subida me tomó por sorpresa. Era empedrada y directo a la salida del puente. Con algún esfuerzo llegué a la cumbrecita, relativamente lejos de los punteros, recién en la bajada se me comenzaron a soltar la piernas. Había partido frío (entre bajar la bici del carro y ponerme a la línea de partida tuve menos de 15 minutos), estaba cansado (no dormí bien), y además tenía una sensación de querer evacuar.

Alcancé en la bajada al pelotón de punta y con facilidad llegué a ponerme a la par de Javier Huanca, el segundo más capo de los ciclistas, justo antes del punto más bajo. Ahí se puso en danzarina y no lo ví más.

Había hecho el recorrido dos años antes con mi hermano para dar consejos a los organizadores, así que sabía lo duro que sería. Entonces había escrito que esta carrera llevaría a su límite a cualquiera que participase.

Este año me puse a prueba yo mismo. Había preparado la indumentaria desde el día después de inscribirme: compré esa pila rara para el velocímetro, hice colar mis zapatos, coser mis guantes, saqué el culote y el maillot del armario. Hice una lista de los problemas que presentaba la bici, varios de los cuales recién resolví pasada media noche del día antes de la carrera (por eso no dormí bien). Sincronizar los cambios fue especialmente moroso. Puse al último los pedales con traba y la placa de corredor que lleva el chip adherido.

Al principio de tan eterna subida estaba en posición 10. Veía al primero, intuía que era Samuel, a una distancia considerable, luego dos grupos de 4. Sorbo a sorbo se me acabó el agua de los botellones, bocado a bocado el chocolate y pedal a pedal fui ascendiendo. En el camino fui cernido, como se dice en la jerga ciclista, hasta puesto 25 – 27 aproximadamente.

La primera parada innecesaria fue en el km 19; se me cayó el botellón. Me detuve para recogerlo (en esta carrera no puedes perderlo) y subir el sillín (fue un alivio tener más extendidas las piernas).

En el km 22 el sudor me chorreaba por la frente tal que me hizo arder los ojos. Además, una pestaña o una ceja me rasgaba el ojo. Me eché desesperado un chorro de agua del botellón y, tal sería la premura, que éste se enganchó con los lentes, y cayeron. ¡Qué susto! Los vi a milímetros de la rueda. Más bien no les pasó nada.

El resto del camino lo pasé pensado en todos aquellos a quienes hay que agradecerles por haber contribuido con su granito de arena. Desde el austriaco que me vendió la bici pasando por mi esposa que anda haciendo chistes de que muestro (mostramos) las piernas hasta Diego, Erick y Paula del equipo 3600 Infinitum que organizan esta carrera. La lista llega a 200 personas. Franklin es uno de ellos. Él me pasó por el km 25 filosofando sobre el ascenso y la distancia. Yo aseguraba que eran 35, la mitad del recorrido, él me dijo que estaba desvariando y que me daría cuenta que no estaba en lo cierto. Son en realidad más de 45 porque la bajada es más pendiente (y más corta).

En la hidratación de San Pedro de Chanca estaba Harold, un referente del ciclismo que ahora estaba de ayudante. Allí comí y rellené botellones, y como me sentía maravillosamente -hasta ese momento los músculos me habían dado muy pocas muestras de agarrotamiento-, me puse a pedalear fuerte. Pasé a Alex que sufría y llegado a la cumbre emprendí la bajada sin compasión. Hay una parte técnica peligrosa, me tomé un respiro y la emprendí con el siguiente repecho. Estaba seguro que había llegado al punto más alto cuando pasé la apacheta, ese cúmulo de piedras que hacían los antiguos, y le metí a fondo. Fatal error. ¡Hay más subidas! En la siguiente rampa brutales calambres me detuvieron en seco.

Apenas pude bajarme de la bici. Caminar ayudó. En la siguiente bajada de esa zona ondulada no me medí y en el siguiente repecho, otra vez. Fue peor. La contracción llegó sin previo aviso. Apenas saqué el pie izquierdo para equilibrarme temblorosamente y resistí con la vista nublada, en realidad es una negrura total, el dolor y la hinchazón en la parte inferior y central del muslo.

No comprendo cómo después de un descanso llegan esas descompensaciones (salinas o electrolíticas). Pedaleando a 3 km por hora llegué al km 41 donde el auxilio de los organizadores me dio Magnetil, una otra pastilla, más agua y la información que faltaban 15 minutos para el punto alto. Había subestimado totalmente la zona ondulada. Perdí de vista a mis dos inmediatos contendientes, una mujer y un hombre con bici de doble suspensión. Comenzaba también una escoriación en la nalga, producto de la costura de la pantaloneta, a distraerme.

La bajada final, y real, tiene rectas, y de no creer, alguna subida. Pedaleé al máximo, cada segundo invertido en el taller valió la pena, los cambios se comportaban perfectamente. Tal era la velocidad y vibración que ahora eran los brazos los que dolían. Había que agarrar con furia el manubrio y concentrarse en la línea ideal. A partir de Yanari, digamos la segunda parte de la bajada, la dificultad aumentó doblemente. Uno, que es técnica (curvas cerradas y tierra suelta), y otro que están los ciclistas de las otras distancias. Cuatro veces sentí perder el control y las cuatro mantuve la cicla vertical. Reynaldo me contó impresionado cómo lo había superado en la última recta. Tan abrupto debe ser el descenso que la diferencia de presión la sentí en los oídos: reventaron, como comúnmente se dice.

Pasé la meta en 5 horas 8 minutos en puesto 22 (marcando el segundo mejor tiempo de la segunda mitad, -loquísimos 59 minutos 24 segundos-). Hace mucho tiempo que no estoy sobre el sillín tanto tiempo seguido, fuera de mi zona cómoda, y menos sufriendo por una u otra razón.

De que llegué a mi límite, llegué, y de que me alegro haber competido, me alegro. Solo queda la placa de competencia, una medalla y este relato. No hay registro de Strava porque, a pesar de haber activado datos y poner registrar, no apreté el iniciar. Ni modo. Fueron 75 km bien pedaleados. Que venga el próximo reto donde volveremos a hacer lo que sabemos que funciona y pondremos en práctica los consejos recibidos.

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