ChatGPT: cara o cruz

CHAT GTP EN LA DEMOCRACIA

“Hay que preguntarle al ChatGPT”, es lo que escucho decir a muchos últimamente, y es que, desde la llegada de esta inteligencia artificial (IA), pareciera que las personas han empezado a confiar más en una aplicación que en las propias ideas que emergen de sus cabezas.

Efectivamente, la inteligencia artificial es el último rayo luminoso de la tecnología, que promete un grado mayor de automatización en procura de generar practicidad en nuestras vidas, ¿pero hasta qué punto puede resultar beneficioso? La respuesta es más compleja de lo que parece, porque mientras transcurre el tiempo, la velocidad tecnológica nos muestra mejores escenarios de convivencia, en tanto, nuestros quehaceres cotidianos quedan relegados de una agilidad aspiracional.

Si partimos de esta idea, el debate adquiriría un tono filosófico y dependería de la necesidad que cada quien tiene en su contexto más próximo, pero a medida que estas herramientas son adoptadas con mayor frecuencia, surgen dos interrogantes: la primera, sobre la responsabilidad de la industria para con el público; y la segunda, respecto a la capacidad de respuesta del usuario frente a una innovación.

En el caso de ChatGPT, resulta asombroso cómo en un corto período de tiempo ha acelerado su desarrollo y crecimiento, únicamente recopilando datos de Internet, agregando información y creando de manera instantánea respuestas efectivas ante cualquier duda. Gracias a esta IA es posible crear desde un poema menos abstracto hasta una estrategia de mercadeo de cualquier producto en segundos, lo que nos conduce a decir que todo problema puede ser solucionado sin la necesidad de que como seres humanos nos obliguemos a pensar, y con la posibilidad de realizar una tarea al momento. Y aquí, aparece otra duda: ¿la velocidad con la que genera los datos una aplicación puede anteponerse al acto pausado de crear, investigar y analizar de manera convencional?

Por otro lado, me pregunto si con la aparición de esta IA, y seguramente, de muchas otras, algunos de los trabajos quedarán relegados, y si es así, ¿hasta qué punto seremos capaces de afrontar semejante cambio? Bien lo decía Andrés Oppenheimer en su libro “Crear o morir”, citando algunos ejemplos de tecnología utilizada que podrían reemplazar a la capacidad humana. Pero no sólo ello, el mismo creador del ChatGPT, Sam Altman, dijo que la IA podría ser tan grande como la imprenta, al mismo tiempo en el que reconoció sus riesgos potenciales. “Mi peor temor es que causemos un daño significativo al mundo”, manifestó ante un comité del Senado de Estados Unidos.

Claramente, la implicancia del ChatGPT en nuestras vidas variará de acuerdo a cómo percibamos el mundo, dos ejemplos que contrastan a la perfección son Italia y Japón. El primero, ha decidido bloquear el uso de esta aplicación por una posible violación a la protección de datos. En el segundo caso, la ciudad japonesa de Yokosuka ha comenzado a usar la IA para ayudar con las tareas administrativas del gobierno municipal.

Tal tecnología ha despertado la fascinación, sobre todo en los jóvenes, que constantemente buscan desbloquear ciertas necesidades y acercarse más a aquel valor anhelado de la agilidad, y que es lo que las organizaciones promueven en sus manifiestos. Así que no es ni sería extraño ver cómo esta IA devora al mismo juego de ajedrez, que algún día comenzó a jugar.

Si te gustó este contenido compártelo en: 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *