Bolivianos sin ética

El mundo se está yendo al carajo por la falta de ética de todos los que habitamos esta bendita tierra del Señor.

Por ejemplo, en Europa, Vladimir Putin al mejor estilo hitleriano invadió Ucrania hace un año bajo el pretexto de ‘desnazificar’ esta nación. Imaginen que Chile con un poco más de 45 aviones caza y 1.300 vehículos blindados decidiera invadir Bolivia -que tiene 0 cazas y blindados- bajo el pretexto de evitar la rearticulación de la Confederación Perú-Boliviana. Así de ridículo y antiético es el argumento del hijo de Putín.

Y uno se pregunta, ¿qué rayos es la ética y para qué sirve? Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) es un conjunto de normas morales que rigen la conducta de una persona en lo individual, en sociedad y en cualquier ámbito de la vida. En facilito es no caer en la tentación de hacer algo que sabes que está mal.

También dentro de nuestras fronteras hemos sufrido a pequeños führers como Goni y su masacre en la Guerra del Gas y Febrero Negro, los 13 años de gobierno de Evo Morales que dejaron 132 personas fallecidas (según la APDHB) más el despilfarro de millones de dólares, la expresidenta transitoria Jeanine Añez con las muertes en Senkata, Sacaba y corrupción; además, el presidente Luis Arce que resultó ser más autoritario que el “jefe indio del sur” por hacer oídos sordos a las demandas de los líderes de oposición y mandar a sus grupos de choque a golpear, insultar y disparar petardos a todo grupo que piense diferente a los masistas. Gringo, Indio, Angelina Jolie y el Tilín, ¿será que conocen la ética?

Otra polémica para arrancarse los pelos sucedió en La Paz. Las empresas constructoras Las Loritas, Youths Buildings y Bengala fueron beneficiadas por concejales agentes inmobiliarios, del Negro Arias y del MAS, que aprobaron la ley municipal 467 y luego la ordenanza municipal 046, ambas normas sin sustento técnico y sin solicitud de ningún ente paceño. Estas empresas construyen altos edificios ¡En 9 de las 10 zonas! que contempla la norma, según el exsecretario edil de planificación, Álvaro Viaña ¿Favorecimientos o gran casualidad? Esto ya es un gran secreto a voces. Hicieron 2 veces este tipo de jugada y seguro más adelante lo volverán a hacer.

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Si retrocedemos un poco en el tiempo vemos que en las Elecciones Generales de 1997, el 25% de votantes, sin memoria ni noción de justicia, apoyaron al dictador Hugo Banzer para ser elegido presidente, pesé a su prontuario de torturas, asesinatos, masacres y desaparecidos.

Otros están obligados a no ser éticos como muchos funcionarios públicos -el resto lo hace por convicción- que tienen que mostrar apoyo en las redes sociales a los gobernantes de turno, entregar una parte de su salario ‘voluntariamente’ al partido y asistir obligatoriamente a cada marcha pro Gobierno bajo amenaza de ser despedidos.

Y si en este punto piensas que solo los líderes políticos o funcionarios están propuestos o predispuestos a ser antiéticos, pues es hora de que te mires al espejo y veas que tú, yo y casi todos tenemos una buena parte de culpa por todo esto.

¿Por qué? Por una cadena interminable de acciones antiéticas que crece cada vez que no recoges el excremento de tú perro en la calle, prefieres comprar películas, libros u otras producciones piratas matando a los artistas nacionales –si no me creen pregúntenle al maestro David Santalla-, arrojas basura en la calle o por la ventana del carro, compras una joya de oro la cual en conjunto es producida con el derramamiento de cientos de litros de mercurio que contamina el medio ambiente en áreas rurales y urbanas, aplicas la ‘pendejez’ o ‘viveza criolla’ al colarte en filas, cuando todavía crees que no existe el COVID o no te hiciste vacunar, al ver una injusticia prefieres callar, pagas al policía de tránsito para no ser multado, pagas a un funcionario público para agilizar un trámite, etcétera, etcétera.

¿Hay alguna solución para esta catástrofe? Sí. Como dijo el tío Ben a su sobrino Peter Parker en Spiderman: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Así, tenemos el poder para generar un cambio, primero en nosotros mismos, luego en nuestro círculo social para que poco a poco podamos construir una cadena interminable de acciones éticas.

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