El rock-ocó literario de Periférica Blvd

Cuando lo polifónico se apropia del texto, no hay más remedio que acostumbrarse a la ruptura, a la lectura pausada y a viva voz, que en segundos nos distrae hasta el punto de vernos enrevesados en la esencia misma de la escritura, de sus espacios y sus tiempos. Seguramente, en ese estallido lingüístico de visiones y diálogos íntimos, fue que Adolfo Cárdenas, a quien sus amigos le decían “Vikingo chiquito”, descubrió la carne viva de un entorno periférico del que era parte y desde el cual deseaba transgredir.

Hay quienes afirman que la escritura puede ser entendida como un medio de reinterpretación del espacio, de la cultura y de diversas identidades, que no hacen más que ser transversales en el cotidiano. Y es quizás, aquella ópera rock-ocó, titulada “Periférica Blvd” (boulevard), la que a través de la destreza del lenguaje, nos conduce a aquellas fauces nocturnas en las laderas que conectan a La Paz con El Alto, donde la mística urbana y subversiva, que con el paso del tiempo, también ha caído en el estereotipo, se impregna de las vivencias criollas de quienes habitan un lugar. Ahí nace un Adolfo Cárdenas, que apenas hace unos días dejó de aferrarse a la vida, para permitirnos recordar el resultado de una obra con acordes de rock pesado y matices del rococó, que nos llevan a pasear por los vértices del horror al vacío grotesco. No hay duda de cómo se nos introduce desde el primer momento a un juego de palabras en aymara, inglés, castellano y hasta aymarañol, con un exquisito acento musical.

Pero esta narrativa tan coloquialmente utilizada, penetra en la intención jocosa y sarcástica de retratar una sociedad con condiciones económicas carentes, dentro de la cual el alcohol, las drogas, la prostitución y la ilegalidad de ser uno mismo, son elementos permanentes. Así es como versa la historia, enfocándose en el asesinato de un grafitero que parece haber sido sometido por su peor enemigo, aunque de la pelea entre ambos, sólo existe un testigo ocular al que dos policías buscan entre los lugares más insólitos, que van desde un antro de afrobolivianos hasta una coronación drag queen. Pero a medida que todo esto sucede, el lenguaje también va mutando, y con él, nosotros también nos convertimos en personajes de la historia.

Siguiendo la lógica narrativa de la obra, “Periférica Blvd” es el mosaico en el que a través de los personajes se exploran las diferentes formas de asumir un rol y una sexualidad marginal, rompiendo con ello los límites de la literatura clásica. Probablemente, por ello, Cárdenas y su escritura tienen cierta similitud con James Joyce, pues, ambos han decido quebrar una tradición literaria imponiendo un nuevo canon estético. Recuerdo haber leído en algún momento una frase que decía: ´´Periférica Blvd es a La Paz lo que Ulises de Joyce´´, y personalmente, creo que no es nada lejana la idea.

Si en algún momento tuviera que mencionar a aquellas obras que me parecieron complejas de leer, una de ellas sería “Periférica Blvd”, pues el ritmo constante de las palabras ininteligibles como un “sorden, me tininti” en lugar de “a su orden mi teniente”, que acompaña cada página de la novela, transgrede la oralidad de una forma un tanto vulgar pero también inteligente, y que necesariamente refleja una culturalidad particular.

No me cabe duda de cómo se ha transfigurado la literatura boliviana a partir de la obra de Adolfo Cárdenas, y de qué manera, nosotros como lectores, casi nos hemos sentido en una especie de realismo mágico y casi hemos sido habitantes de la periferia.

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