¿Vieron cómo quedaron las calles en las que se celebraron entradas de Carnaval? La intensiva generación de basura se ha convertido en una tradición, así como —al menos en La Paz— el uso descomunal de espumas artificiales que reemplazan los juegos con agua, los cuales han sido prohibidos para promover su ahorro. Aquí, entre Garita de Lima y Cementerio, el domingo de enterrar al pepino, celebrar es lo mismo a derrochar, basura, sí. Parece que mientras más sucias quedan las calles, mejor fue el festejo.
El anterior fin de semana, en tres días de Carnaval 2023 —sábado, domingo y lunes—, la cantidad de residuos sólidos subió en 15 toneladas sólo en las rutas de festejos (prácticamente el recorrido desde la Cervecería hasta el ingreso al estadio Hernando Siles). En ese lapso de tiempo, durante los días sin carnaval, se generan sólo cinco toneladas. Ahora, más las 15 toneladas del agasajo carnavalero, se llegó a 20 toneladas totales, explica el técnico de Planificación de Aseo Urbano del municipio paceño, José María Deheza.
Bolsas, cubiertos, botellas y todo tipo de recipientes plásticos de un solo uso, latas de cerveza por montones, de espumas y cotillones se tiran por doquier porque al fin de cuentas alguien más lo limpiará esa misma noche.
Las 20 toneladas extra que este año (2023) se recogió entre la Cervecería y el Hernando Siles, fue superior en un 36% a las del promedio de años previos: la generación de basura aumentó.
Poniéndose relativos, cabe mencionar que el municipio de La Paz produce aproximadamente 700 toneladas diarias de basura. Pero no se trata de minimizar la emisión de basura de estos Carnavales, sino de recordar lo acostumbrados que estamos a generar más y más desechos.
En el municipio de Santa Cruz se recogió en los Carnavales 4.515 toneladas de residuos, “algo menos” de lo que se suele levantar en otros años, según la gerente de Emacruz, Andrea Hoyos.
Enceguecidos por la espuma
En los últimos años, autoridades nacionales y subnacionalres han prohibido —con matices según las regiones— jugar con agua para evitar su despilfarro. Si bien esta política ha surtido efecto: ahorro del agua, con el pasar del tiempo las espumas artificiales han reemplazado a los baldes y mangueras. Sin embargo, las consecuencias de este cambio podrían ser más perjudiciales para el medioambiente, advierte el ambientalista e investigador de Reacción Climática, Amos Batto*.
Aquí, en la avenida Baptista, como se ha hecho ya costumbre, la gente apunta a los ojos. No importa que la primera «PRECAUCIÓN» en los envases de las espumas, escrita con letra menuda diga: «No dirigir el rocío hacia los ojos, boca y/o rostro».
Me sorprende ver cómo un niño vestido de pepino corre hacia otro, desde atrás para sorprender, apunta a los ojos a cinco centímetros de su contrincante, un chico de cuatro años quizá, y aprieta el gatillo llenándole los globos oculares y la boca de espuma que parece crema batida que luego le sale por los orificios de la nariz.
Batto alerta que la mayoría de espumas en el mercado contienen clorofluorocarbonos (CFC), los cuales destruyen la capa de ozono en la atmósfera que, a su vez, nos protege de los rayos solares, evita enfermedades como el cáncer de piel y es el escudo que nos cuida del calentamiento global. Estos compuestos pueden tardar hasta un siglo en desaparecer completamente del medioambiente, dice el investigador.
Para él, el impulso que se le dio al uso de la espuma artificial al prohibir el juego con agua es mucho más dañino. Y no se trata solo de los clorofluorocarbonos, sino también de los envases metálicos con tapas plásticas de estas espumas que después se entierran en los vertederos de basura, cada vez más llenos.
La Nube se contactó con el viceministro de Medio Ambiente, Magin Herrera, para conocer su opinión ante estas observaciones; pero hasta la publicación de este artículo no se obtuvo respuesta.
En tanto que el secretario municipal de Gestión Ambiental y Energías Renovables de La Paz, Eduardo Galindo, manifesta que después de la crisis del agua del 2016 se debe sensibilizar a la gente sobre el ahorro «del recurso hídrico» para que algo así (racionamiento masivo del agua en diferentes zonas por la escasez) no vuelva a ocurrir.
“Al mismo tiempo el GAMLP a través de la Intendencia Municipal ha restringido la venta de algunas marcas de espumas que dañan el medioambiente porque contienen clorofluorocarbonos, que por ser compuestos de hidrocarburos saturados dañan la capa de ozono”, añade Galindo.
Pero la venta y uso extendido de espumas con estos compuestos continúa.
Alternativas para el cambio
Deheza y Batto coinciden al señalar que se deben implementar políticas públicas con base en la “Triple R”: reducir, reutilizar, y reciclar; en ese orden de importancia.
- Lo más importante es reducir la basura que producimos y, para ello, tener en cuenta lo que consumimos. Hay cosas que simplemente no necesitamos.
- En segundo lugar, debemos buscar reutilizar los envases y utensilios. Por ejemplo, optar por consumir productos en recipientes retornables o utilizar tápers para los alimentos.
- Por último, cuando las otras opciones no son posibles, debemos reciclar nuestros desechos. La Alcaldía de La Paz realiza algunos esfuerzos en este sentido mediante contenedores de separación.
Sin embargo, la tarea aún es ardua, pues el mismo alcalde Iván Arias celebró —durante el entierro del pepino— que la población no haya derrochado agua, «sino espuma y alegría», según la paráfrasis de una nota de prensa.
* Una aclaración. Con este artículo no se busca promover el desperdicio innecesario de agua, sino reducir la generación de basura y contaminación en general.
