Rusia y Ucrania: ¿es o no una defensa legítima?

Steven Pinker en su libro “Los ángeles que llevamos dentro”, expone que vivimos la época más pacífica de la historia, comparándola con períodos anteriores. ¿Cuán cierto es esto? Sobre todo, si analizamos el actual conflicto entre Rusia y Ucrania y cuyos temblores se han dejado sentir en países próximos a ambas regiones.

Desde 1991 y tras la desintegración de la Unión Soviética, la tensión entre Rusia y Ucrania se hizo evidente, pero fue en 2013, cuando el entonces presidente ucraniano y prorruso Víktor Yanukóvich, suspendió un acuerdo de libre comercio entre Ucrania y la Unión Europea (UE) firmado en 2012. Este quiebre conllevó una serie de protestas por parte de la población ucraniana, que asentada en la plaza principal de Kiev pedía se restaure el acuerdo. Así es como comenzó el Euromaidán o la revolución de la Dignidad, que en 2014 derrocó a Yanukóvich, catalogado como una de las figuras políticas más corruptas.

Tras las disputas instauradas durante años, prácticamente desde los noventa, la población ucraniana estaba dividida, un 38 por ciento deseaba alinearse a Rusia y otro 37.8 por ciento quería la asociación con Europa, pero la tensión aumentó cuando en 2014 se celebró un referéndum -en medio de acusaciones de fraude- en el que más del 90 por ciento de la población de Crimea votó por su anexión a Rusia. Desde entonces, y por intereses económicos, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha ido avanzando a través de una serie de acciones políticas y militares, con el único objetivo de expandir su poder y restablecer la dominación en los países que pertenecieron a la Unión Soviética, al mejor estilo zarista. Ahora lo hace al reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk, autoproclamadas repúblicas independientes en 2014. Disfraza el argumento de la invasión como una acción proteccionista, que en realidad esconde los intereses comerciales de Rusia, al estar estas dos regiones ubicadas estratégicamente para la apertura de mercados internacionales.

Entonces, ¿los conflictos son justificados? ¿Es legítima la defensa? Muchos consideran que la diplomacia es la única salida, mientras que otros creen que la lucha armada es la única forma de resolver los problemas en el mundo ¿Son ingenuos quienes piensan que con argumentos y sin el uso de armas es posible encontrar una solución? Immanuel Kant, cuyo libro “La paz perpetua” fue un texto inspirador para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), habla de un plan acerca de cómo los estados pueden establecer estructuras para el fortalecimiento de la paz, arguye: “Los ejércitos permanentes deberán desaparecer por completo”, es el caso de Costa Rica. “Ningún estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución o en el gobierno de otro estado”, algo que Estados Unidos ha vulnerado. “Ningún estado independiente puede ser comprado, intercambiado o cedido a otro”, la actual problemática sobre la que el mundo habla.

A la par de Kant, Juan Bautista Alberdi, explica en su libro “El crimen de la guerra”, que suele considerarse la privación de vida a una persona como una falta individual, en tanto que, si se hace lo mismo a mayor escala y se priva de la vida a un gran número de gente, automáticamente se piensa en esto como un acto honesto y legítimo. Entonces, la confrontación armada sería descrita como justa, por ser un acto directo del soberano que vela por la seguridad de su pueblo. Es en este punto, donde reside la necesidad del poder invocada como vía legítima para someter al débil. Se puede decir que los estados buscan proyectarse territorialmente por el deseo instintivo de someter a un alto porcentaje de individuos. Así el poder aparece como la máxima a expresión de todas las ventajas de la vida humana. ¿Y qué es el poder? Tan sólo una extensión del yo.

Así como se han tejido redes de críticos, está Ilyá Budraitskis, uno de los jóvenes pensadores rusos más originales y sofisticados en la actualidad, quien argumenta que la escalada actual va más allá del legítimo derecho a la defensa rusa. Explica que el ataque ruso deja de lado las razones defensivas con las que el Kremlin justifica la movilización de tropas para pasar a esgrimir argumentos imperiales. En base a esta idea, es posible decir que Putin no aceptaría la existencia de una subjetividad nacional ucraniana de cualquier tipo, por ello, formula un llamado hacia la comprensión enfocada en las corrientes “democráticas” por las que combate el nacionalismo autoritario. Entonces, ¿Putin hace la guerra para evitar la guerra? Es algo que no se puede comprender.

Albert Einstein creía que la potestad de la actividad humana más importante para el dominio de las naciones estaría en manos de gobernantes totalmente irresponsables, y reconocía que, en vista de las imperfecciones de la naturaleza humana, esa asociación no estaría libre de todos los defectos que a menudo llevan a la degeneración. Se preguntaba si existía alguna forma de liberar a la humanidad de la guerra, pero no encontraba explicación. Así pues, confirmó que el anhelo de poder que caracteriza a la clase gobernante es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional, y que muchas veces, esa sed de poder es apoyada por actividades de otros, cuyas aspiraciones están en líneas económicas netamente mercenarias. Alineado a este conjunto de ideas, Sigmund Freud entendía que cualquier esfuerzo por reemplazar la fuerza bruta por el poder de un ideal estaría condenado al fracaso.

No son vanas las ideas que en 1931 proyectaban Einstein y Freud y que en la actualidad merecen un papel importante en la reflexión de cómo se maneja el poder, bajo qué circunstancias y dependiendo de qué legitimidades. O es que se tendría que obedecer a Hegel, que en su libro “Principios de la filosofía del derecho”, pone énfasis en la relevancia de las guerras para la salud ética de los pueblos… Seguramente para algunos este precepto es pilar de sus fundamentos, para otros, es una simple oración que hace pensar que los seres humanos han privado de la vida a otros bajo definiciones que desconocen; es el caso de las ideologías y las religiones.

Es cierto que el gobierno ucraniano, financiado por Estados Unidos y países europeos, cometió atendados contra los derechos humanos de la población prorrusa (persecución étnica, cierre de canales de la oposición y prohibición del establecimiento del partido comunista). Y que Rusia, en su afán de poner un freno a la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) para que ésta no se expanda en una zona bajo influencia rusa, instaló bases militares en sus países limítrofes, además de contrarrestar las acciones de índole político de su mayor enemigo: Estados Unidos. Pero son estas acciones, enclavadas en una idea hegemónicamente conservadora, las que llevan a pensar en un retroceso de la civilización, en una suerte de irracionalidad de los pueblos, y en una idea de legítima defensa falsa.

¿Será, entonces, que estamos en una época pacífica? O, por el contrario, ¿estamos desnudando nuestra deshumanización? Y peor aun, ¿la estamos desnudando de manera legítima?

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