Cuatro historias de mujeres que salieron de la violencia

Cuatro historias de mujeres que salieron de la violencia
Violencia contra la mujer en Bolivia

Por Eduardo Angulo

Portada: Valeria Torrico

El país está repleto de mujeres que sufren violencia. A continuación, te contamos cuatro testimonios* que muestran la naturaleza cruda de la violencia en la pareja, en la familia y en la calle. ¿Cómo identificaron las víctimas la violencia y como salieron de ella?

Al oír palabras como violación, agresión, feminicidio, tenemos la errónea idea de que estas son palabras de otro mundo. Muchas veces percibimos la violencia con demasiada miopía. Es necesario conocer el espectro amplio de los tipos de violencia presentes en nuestra sociedad, desde micromachismos, hasta violaciones y feminicidios.

La Nube recolectó por distintas vías testimonios de mujeres víctimas de violencia. Tuvimos cuidado en no revictimizarlas. Nuestro propósito es ir más allá de los fríos datos, encender una alarma en quienes estén pasando (o puedan pasar) por situaciones similares, y mostrar que siempre se puede salir de ello; el primer paso es reconocer las agresiones y tener conciencia de que estas no son “algo normal”.

Estos hechos pueden venir de extraños en la calle, de tu círculo de amigos, del entorno familiar, o de tu propia pareja.

Dentro la pareja

Unos de los hechos más abrumadores de la violencia es que esta tiende a aumentar hasta llegar a un punto crítico. “Al principio la relación era muy buena, demasiado buena para ser verdad, y poco a poco iba cambiando, e iba saliendo su verdadera personalidad”, contó Daniela, una joven que salió de una relación violenta.

Los micromachismos son muchas veces el punto de partida de los problemas en una relación tóxica. Daniela comentó: “No me daba cuenta que era violencia porque eran actos muy sutiles. Por ejemplo, no dejarme vestir como yo quería, porque mi pareja decía que era muy provocativo”. Estos micromachismos son conductas de tóxicas que alertan actos de violencia contra la mujer.

Restringir y controlar la personalidad de una mujer, reprimir su libertad e intentar manipular sus acciones, es machismo. Aplicar prohibiciones, mantener aislada a la pareja, o asumir actitudes violentas de superioridad, es machismo. “No me dejaba hablar con otros chicos, revisaba constantemente mi celular y me hacía sentir como que él era un premio para mí y que yo debería estar agradecida de estar con él”, dijo Daniela.

Un obstáculo para salir de la violencia es el miedo a hablar por temor a represalias. Muchos agresores quedan impunes por el miedo de sus víctimas. “Llegó un momento en que me cacheteó y empezaron los golpes, jaloneos, empujones. Me dejaba marcas en el cuerpo. Mi mejor amiga me decía que lo denuncie y que ella me iba a ayudar. Pero yo siempre le daba peros”, relató Daniela.

Muchas veces al denunciar o cuando el hecho se hace público, las mujeres también son acosadas por la opinión pública con etiquetas crueles, sumando otro peso a este calvario. Pese a ello, se puede hallar la fuerza y la voluntad para apartarse de los agresores, como le ocurrió a la protagonista de esta historia: “Pasaron varios años y yo corté la relación con él poniendo una gran distancia física entre nosotros. Me fui del país”.

Las agresiones de este tipo dejan moretones, heridas y cicatrices, pero también marca de otra forma a las mujeres que viven estas experiencias. “Hasta el día de hoy tengo secuelas porque con mis nuevas parejas hago lo mismo que él me hacía. Soy yo la controladora, la insegura; pero poco a poco busco eliminar eso de mi vida, aunque es muy complicado”.

La familia no es siempre un lugar seguro

Juliana es una joven que fue víctima de un familiar suyo hace varios años. Cuando era niña sufrió el abuso sexual de su tío.  Al tratarse de una figura de autoridad en el círculo familiar, su reacción inmediata fue el temor. El abuso que sufrió Juliana destruyó su confianza, era difícil aceptar que, pese a ser la familia un espacio de aparente seguridad, también podía ser lugar de violencia.

“Tenía 14 años cuando el hermano de mi madre vino a mi casa. Yo estaba bañándome y no había nadie más. Entonces él empezó a golpear la puerta muy fuerte y no abrí porque me daba miedo”, relató Juliana. Una hora después, cuando ella salió del baño porque ya no escuchaba bulla, él la siguió y abusó de ella.

La violencia en el entorno familiar es una de las más difíciles de romper; sin embargo, esta historia nos demuestra que sí es posible. Tras mucho esfuerzo y años, la víctima logró liberarse y denunciar a su abusador.

Miradas de escalofríos

Carla, una mujer que sufrió de acoso, nos cuenta su experiencia cuando era una niña. “Una vez salí con mi mamá a pasear cuando yo tenía siete u ocho años. Hacía calor y me puse short, pasaron dos personas, dos señores que me rozaron la pierna y su mirada era lo más escalofriante y asquerosa. Quedé mal, me sentía sucia y después solo usaba cosas grandes y anchas”.

Entre amigos

Ximena fue violada en una fiesta. Ella contó que aún entre gente conocida no estuvo a salvo. “Había una fiesta en la casa de un amigo mío, todos eran conocidos en esa fiesta, compañeros de colegio, etcétera. Tomé dos vasos y de repente perdí conciencia de todo. Me metieron algo en la bebida, me puse mal y algunos de mis amigos me llevaron al cuarto para que me recueste en la cama… Desperté unas horas después mientras uno de mis compañeros estaba tocándome debajo de mi ropa aprovechando que su novia lo dejó solo un rato. Yo no podía moverme ni hablar”.


Estas historias representan solo algunos de los cientos de casos que se registran en nuestro país. Sus vivencias han sido duras, pero sus luchas para salir de esas situaciones dan esperanza a quienes pasan por hechos similares. Hablar, reconocer la violencia y buscar ayuda son algunas de las salidas que tomaron.

Adriana Díaz, miembro del Colectivo Ñañas,  dijo que una vía importante para liberarse de la violencia es precautelar la seguridad de las mujeres y empezar a generar espacios seguros.

Este colectivo trabaja en este aspecto, para ello brinda ayuda psicológica gratuita, programas de apoyo económico y talleres; además sus integrantes realizan otras actividades para visibilizar y denunciar las agresiones a las féminas.

* Los nombres fueron cambiados por motivos de privacidad y protección

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