Guarderías municipales: una puerta cerrada para infantes en Santa Cruz

Guarderías municipales: una puerta cerrada para infantes en Santa Cruz

No, no es un problema de ámbito personal, aunque lo parezca. Tampoco es una dificultad individual dentro del rol de ser mujer-madre. Se trata de un problema social que delata a un Estado indiferente ante las necesidades de la población. Es la invisibilización del trabajo del cuidado que recae sobre las mujeres. Se trata de una privación de derechos que la pandemia se llevó.

Dos días después de que se anunciase el primer caso de coronavirus en Bolivia, 1678 niños y niñas de entre 0 y 5 años en Santa Cruz de la Sierra, quedaron sin la posibilidad de contar con un espacio de cuidado mientras sus madres desarrollan actividades laborales. O dicho de otro modo, las madres de 1678 niños se quedaron sin lugares seguros para dejar a sus bebés mientras salen a buscar el sustento económico para llevar comida a sus mesas.

Desde aquel marzo muchas cosas cambiaron. El mundo aprendió nuevamente a rodar a pesar del virus amenazante en cada esquina y la economía volvió a tener el sitial de diosa poderosa que la sociedad le asignó. Pero, no todo se reactivó. Para las guarderías municipales el tiempo se estancó. Las puertas siguen cerradas y los centros deshabitados. Los espacios coloridos lucen sin sentido ante tanta ausencia.   

Candado colocado en la puerta de entrada de la Guardería La Madre / Foto: Carolina Méndez Valencia

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“No consigo trabajo”, confiesa entre reproche y resignación, Lucero Rodríguez, mamá de Camila y Rocío, menores de 3 y 8 años. Lucero cría a sus hijas sola. El padre de las niñas ostenta irresponsabilidad y espera cada mes gritos y amenazas para cumplir con las pensiones económicas que le corresponden.

Toda la pandemia, Lucero subsistió con ese ingreso que nunca llegó puntual y pocas veces llegó completo. No puede ir a trabajar porque no tiene con quién dejar a sus hijas. Desde hace dos años vive presionada entre la necesidad de conseguir ingresos y la imposibilidad de conseguirlos por no poder salir a buscar.

«Nadie acepta que vaya con mi bebé a trabajar. Tampoco tengo con quien dejarla. Cuando tengo que salir a comprar la dejo con su hermanita pero trato de volver rápido porque me da harto miedo que estén solas.»

Testimonio Lucero Rodríguez

Su caso no es aislado. En redes sociales se pueden ver mensajes de mujeres preguntando por la reapertura de alguna de las 37 guarderías municipales ubicadas en cada uno de los distritos de esta urbe que ostenta progreso.

Mensajes recogidos en un grupo público de consultas de usuarios en Facebook

Según registros de la Alcaldía cruceña, cada año antes de la pandemia asistían más de mil niños a estos centros de primera infancia. Hoy, ante las puertas cerradas de aquella red de cuidado, los menores son dejados a la solidaridad de las abuelas, vecinas, tías y hermanas/os mayores (que en muchas ocasiones sólo tienen un par de años más que el bebé).

Cantidad de menores inscritos los últimos cinco años en guarderías municipales

Cuando no hay con quién dejar al menor la madre no puede salir a trabajar o sale y se enfrenta a la total precarización de algún negocio ambulante.

“Yo me las he visto negras todo este tiempo. Me hice cargo de dos nietitos porque su papá está preso y su madre los abandonó, tienen 3 y 5 años. Cuando cerraron las guarderías me quedé sin apoyo para la crianza. Yo hago pan para vender y trabajar se volvió casi imposible. ¿Cómo cuidar a dos bebés mientras tienes que cocinar con máquinas y hornos calientes?”

testimonio Rocío Gutiérrez, una de las muchas mujeres afectadas por la circunstancia

No es que las guarderías municipales previo a la pandemia hayan significado la panacea para la autonomía de las mujeres con hijos pequeños, de hecho, los centros tenían grandes deficiencias lógicas en su funcionamiento. Atendían sólo hasta las 5 de la tarde y tenían un calendario similar al de las escuelas. Como si el trabajo de las mujeres en el mercado laboral terminase antes de las seis de la tarde y se suspendiese durante determinados meses del año.

Pese a todas esas deficiencias, el cierre de las guarderías significó que la tarea dura de cuidado sea todavía más compleja. A veces, casi insostenible.

El trabajo del cuidado que usualmente se asocia al ámbito privado es en realidad una de las tareas del “trabajo reproductivo”. Término que se refiere al trabajo históricamente asumido por las mujeres sin remuneración alguna. Este trabajo está destinado a satisfacer las necesidades de la familia y permite sostener el trabajo productivo (producción de bienes y servicios). Dicho de otro modo, la sociedad capitalista subsiste gracias al trabajo doméstico no remunerado que hacen las mujeres.

Por eso, entendiendo esta estructura, las guarderías resultaban una respuesta estatal al trabajo históricamente invisibilizado que recae sobre las mujeres estén insertas o no, en el mercado laboral. Según la estimación del estudio “Tiempo para cuidar – Compartir el cuidado para la sostenibilidad de la vida”, las mujeres en Bolivia dedican más del doble del tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidado en el hogar. El reto entonces es asumir la responsabilidad de forma más equitativa no sólo dentro de las familias sino también en la sociedad. Dentro de eso, las guarderías son pieza clave para que el Estado no esté ausente.

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Cuando la concejala de Comunidad Autonómica (C-A) Lola Terrazas se enteró del robo se llenó de indignación. No le cabía en la cabeza que algunos funcionarios de las propias guarderías hayan sustraído electrodomésticos. Funcionarios que día a día veían la utilidad de estos implementos en la alimentación de menores que van a los centros de primera infancia.

El robo fue reportado el 29 de diciembre de 2021 y hasta el momento no hay avances en la denuncia. Se sustrajeron 19 garrafas, 3 freezers, 1 heladera, 3 cocinas y un horno del Centro Municipal La Morita, lugar donde se había acopiado electrodomésticos de las otras guarderías.

“Me apersoné y me adherí a la denuncia como tercera interesada”, cuenta Terrazas. Para ella este tema no le tocó las fibras íntimas sólo por el delito de hurto en sí sino porque ella misma sabe cuán importante es para las guarderías cada uno de los elementos que tiene. Muchos de ellos fueron conseguidos por cuotas de los propios padres para mejorar las condiciones de atención a los niños y niñas.

“Yo tuve a mis hijas en guarderías municipales, sé lo que significan esos espacios para las mujeres y los niños. No son sólo sitios donde están seguros, sino que también reciben atención integral. Después de dos años de pandemia es una vergüenza que no se hayan abierto. Y ya no hay la excusa del contagio, todos los otros países han readecuado sus condiciones para seguir brindando servicio, nosotros en cambio, seguimos robándole a los niños el derecho a la atención integral en espacios seguros”, afirma la también pedagoga.

Según consta en el Plan Operativo Anual (POA) de esta gestión, el presupuesto asignado para las guarderías es de casi 15 millones de bolivianos. Lo llamativo es que se tiene definido el dinero a ejecutar, pero no el plan operativo para hacerlo. El Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra aún no sabe cuándo iniciará la atención en las guarderías.

La Nube intentó contactarse con Teresa Góngora, secretaria de Desarrollo Humano de la Alcaldía cruceña pero la única respuesta recibida fue que no hay fechas aún. Según explicó su encargado de prensa, la siguiente semana tendrán diagnóstico de entidades sanitarias para definir si se retoman las clases presenciales y se reabren las guarderías. Esto resulta paradójico en una coyuntura de flexibilización en la que ya se admitió entre otras cosas, el festejo por carnaval.

Mientras tanto, las sillas siguen volcadas, las guarderías vacías y la ausencia estatal latente en cada candado rotundamente cerrado.

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